Para muchos, pero no para todos
El que cree en él no será juzgado. (Jn 3,18)
«Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios». (Jn 3,16-21)
“Dios que te ha creado sin ti no te salvará sin ti”. Así lo afirmó san Agustín. Por esto, el sacrificio de Jesús en la cruz, aunque potencialmente destinado a todos los hombres, será eficaz para muchos, pero no para todos: es decir, es necesario adherirse con fe a la voluntad divina para ser salvados. Que nuestra incredulidad, la mala voluntad y la dureza de corazón no vuelvan inútil para nosotros el sacrificio del Hijo.