Nunca tranquilos
Todo el que comete pecado es esclavo. (Jn 8,34)
Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre». Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios». Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió». (Jn 8,31-42)
No basta ser hijos de Abrahán, es decir, pertenecer al Pueblo elegido, para estar agradecidos a Dios, ya que si Dios quisiera podría sacar hijos de Abrahán de las piedras. La perspectiva de Jesús es distinta: para cumplir la Voluntad de Dios hace falta aceptar al Salvador, es decir, a Jesús mismo. Solo Él es el mediador que se comunica con el Padre; solo Él lleva a cumplimiento la Ley, prometiéndonos liberarnos del pecado. Señor, ayúdanos a no sentirnos nunca tranquilos con respecto a ti, sino siempre necesitados de tu perdón.