Virgen de Fátima por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

No sólo prodigios

Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer. (Mc 3, 12)

 

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer. (Mc 3, 7-12)


Jesús encarna los deseos más profundos de cada hombre. Incluso los demonios advierten esta atracción hacia Jesús pero, dada su naturaleza angelical o puramente espiritual y no pudiendo convertirse, sólo pueden someterse a su autoridad y, muy a su pesar, volver al papel original de mensajeros desvelando su Naturaleza divina. Pero Jesús les impone el silencio porque la tarea de revelar quién es Él realmente es solo suya y tiene que pasar ante todo a través del amor, y no mediante la satisfacción de la curiosidad y de la sed del prodigio fiel a sí mismo. Amemos al Señor siempre más, sin pedir nada a cambio, sólo su amorosa presencia.