Santa Cecilia por Ermes Dovico

FRAGMENTO DEL EVANGELIO

No por superstición

Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca. (Lc 4, 37)

Y bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad. Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz: «¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús le increpó diciendo: «¡Cállate y sal de él!». Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño. Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen». Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca. (Lc 4, 31-37)

La liberación por parte de Jesús de un poseído por un espíritu impuro aumenta el asombro de los habitantes de Cafarnaún sobre su persona. Pero el estupor y la maravilla, si no se fertilizan con la oración de agradecimiento, no se convierten en fe sino que se descomponen en una curiosidad fin a sí misma y en superstición. Por tanto, acordémonos de agradecer a Jesús por todos los dones que nos hace cotidianamente y no solo por los extraordinarios.