Nadie se suicidaba en la Edad Media
Trabajad no por el alimento que perece. (Jn 6,27)
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».(Jn 6,22-29)
Lo que es esencial, es invisible para el ojo humano. Si, de hecho, el hombre fuese definido solo por las necesidades materiales, ¿por qué el suicidio era prácticamente inexistente en la Edad Media, mientras hoy está tan difundido en las sociedades ricas que han derrotado a la pobreza material? Evidentemente, en ellas hay otra pobreza, la espiritual. Por consiguiente, no hay que detenerse de manera superficial en los prodigios materiales obrados por Jesús, sino que hay que descender a su significado profundo, alimentando así nuestra alma espiritual, la destinada a la vida eterna.