Santa Cecilia por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

¿Morir por Napoleón?

No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia. (Jn 10,33)

Los judíos agarraron de nuevo piedras para apedrearlo. Jesús les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?». Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre». Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad». Y muchos creyeron en él allí. (Jn 10,31-42)


Los adversarios de Jesús han entendido perfectamente que Él proclama la propia naturaleza divina y es precisamente esto lo que provoca su aversión. Por tanto, este es el motivo que llevó a la muerte de Jesús. Lo que distingue a los cristianos de los otros hombres es su adhesión al hecho revelado de que Jesús es Dios. Aún hoy hay hombres y mujeres que, dos mil años después, están dispuestos a entregar su propia vida a Jesús. ¿Por qué otro personaje histórico se verifica esto? ¿Quién estaría hoy dispuesto a morir por Napoleón o Julio César? Esta es la señal definitiva que demuestra que, al contrario que todos los demás personajes históricos, Jesús hoy está vivo. Hagamos tesoro de esta presencia suya en nuestra vida.