Santa Cecilia por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Mantenerse en la Gracia de Dios

Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? (Mt 22, 12)

Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos». (Mt 22, 1-14)

 

En esta parabola Jesús profetiza el futuro del pueblo elegido: una parte de su pueblo de Israel no responderá a la invitación del Padre a participar en las nupcias del Hijo. Esta parte del pueblo será, por tanto, sustituida por los pueblos paganos a los cuales se dirigirá sucesivamente la predicación de los apóstoles. Pero no pensemos que la Palabra de Dios se dirige siempre y solo a los otros: también nosotros estamos invitados a las Nupcias, pero para alcanzar la felicidad eterna es necesario estar en un estado de Gracia. Si caemos en el pecado mortal, confesémonos lo antes posible para recuperar el estado de Gracia perdido.