León XIV se presenta: el retorno de la evangelización y la verticalidad
De las primeras palabras que ha pronunciado el Papa Prevost desde la Logia de las Bendiciones se desprenden la verticalidad y la evangelización como anuncio de Cristo y una devoción mariana popular, además de algunas concesiones al proceso de sinodalidad, legado del pontificado anterior.

Se dice que el primer discurso de un Papa tras su aparición en la Logia de las Bendiciones en San Pedro es muy revelador de las líneas de su pontificado. Si miramos a los tres pontífices anteriores, debemos concluir que esta idea tan extendida tiene su parte de verdad. Quienes escucharon ayer las palabras de León XIV pueden confirmarlo.
El nuevo Papa ha pronunciado un discurso centrado en “Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio su vida por el rebaño de Dios”. De hecho, ha comenzado con las primeras palabras de Cristo Resucitado a los apóstoles: “La paz esté con vosotros”. Vivimos en una época de guerras, tragedias y diplomacias, pero él no comenzó por ahí, sino por Cristo y su paz. Los acontecimientos humanos, también y sobre todo los dramáticos, no pueden tener su solución solo en el hombre. Ha llamado la atención esta verticalidad de su intervención, este dirigirse en primer lugar a las cosas de arriba.
La referencia a Cristo ha continuado cuando ha asegurado que todos somos “discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para alcanzar a Dios y su amor”. La secularización afecta hoy también a la Iglesia. Es consecuencia del naturalismo, es decir, de pensar que el plano horizontal se basta a sí mismo sin necesidad del vertical. Cristo precede a los acontecimientos humanos y los gobierna, esta observación recompone la justa conexión entre la naturaleza y lo sobrenatural.
El nuevo Papa también ha invitado a “trabajar como hombres y mujeres fieles a Jesucristo, sin miedo a proclamar el Evangelio, a ser misioneros”. Hacía tiempo que no se hablaba de evangelización, ni siquiera de la misión entendida como anuncio de Cristo y no como promoción social. Parecía que la Iglesia había renunciado a ello, considerando la evangelización una forma de proselitismo, de falta de respeto a las diversidades, sobre todo religiosas, de voluntad de coartar la dimensión humana por considerarla incapaz de sí misma y comprometiendo a la Iglesia a actuar solo como “hospital de campaña”, donde se curan las heridas pero no se indica ninguna terapia, donde se escuchan las preguntas pero no se dan respuestas.
En otro momento del discurso del Papa León se ha podido apreciar la dimensión religiosa de su intervención. Ha ocurrido al recordar la fiesta de la Virgen de Pompeya que ha coincidido con su elección, y posteriormente ha dirigido al pueblo cristiano la oración del Ave María. Emerge de este modo una dimensión religiosa, devocional y popular.
Estos elementos, junto con los modos utilizados y las vestiduras que llevaba, han dado la impresión de un discurso de fe, centrado en Dios, no interpretable políticamente, no susceptible de interpretaciones sociales o ideológicas.
La otra dimensión significativa del discurso desde la Logia de las Bendiciones ha sido la proclamación bastante evidente de una continuidad con el Papa Francisco. Esto se ha puesto de manifiesto no tanto por haber tratado repetidamente el tema de la paz, que, como ya se ha visto, se ha basado en Cristo como único autor y fundamento de la paz, y no en una paz solo o principalmente humana, sino por otros detalles e incluso por el uso de palabras que evocan las imágenes que Francisco utilizaba a menudo.
El Papa León ha dicho que “Dios nos ama a todos y de forma incondicional”, con lo que evoca la idea de Francisco de un Dios misericordioso que no condena ni juzga. A continuación, ha invitado calurosamente: “Ayudadnos también vosotros, y luego unos a otros, a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz. Gracias al Papa Francisco”. La expresión “crear puentes y no muros”, típica del Papa Francisco e incluso demasiado utilizada, ya que ahora está en boca de todos, incluso de forma inapropiada, vuelve aquí casi literalmente, junto con el “gracias” al Papa predecesor precisamente sobre este punto. En el discurso, la palabra “diálogo” aparece varias veces y se utiliza en el sentido bergogliano de una apertura sin condiciones previas, según las ideas expresadas en la encíclica “Fratelli tutti”, a la que el Papa León se refiere con las siguientes palabras: “Uniéndonos todos para ser un solo pueblo”, casi como si el diálogo fuera el motivo profundo y decisivo de la unidad. Aplicando estas ideas a la Iglesia de Roma, dijo que esperaba “una Iglesia que construya puentes, el diálogo, siempre abierta a acoger, como esta plaza con los brazos abiertos”, expresión que recuerda el “todos dentro” del Papa Bergoglio, que había suscitado notables perplejidades.
Pero el punto que más marca la continuidad es la referencia al proceso sinodal: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que siempre busca la paz, siempre busca la caridad, siempre busca estar cerca especialmente de los que sufren”. Este punto del discurso es plenamente bergogliano, aunque expresado de forma atenuada. Se reafirma que la sinodalidad es un camino, es decir, un proceso cuyo objetivo es una nueva práctica de paz, caridad y cercanía. La sinodalidad entendida como proceso y como práctica es hoy el mayor peligro para la Iglesia, como hemos sostenido en repetidas ocasiones, incluso recientemente, porque requiere una reestructuración también doctrinal.
El primer discurso de León XIV ha dado algunos elementos sobre la línea del pontificado. Sin embargo, un aspecto que sigue siendo oscuro es la elección del nombre. Tendremos tiempo para comprender su significado.