Las inestabilidades sanadas
¡Tú piensas como los hombres, no como Dios! (Mc 8,33)
Después Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Tomando la palabra Pedro le dijo: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará». (Mc 8,27-35)
Pedro, futuro primer papa, se demuestra un poco inestable en sus intenciones, pasando de reconocer a Jesús a poner la propia voluntad humana por delante de la de Jesús. Esto debería animarnos cuando también nosotros nos damos cuenta de que hemos caído en el pecado, porque errar es humano. Obviamente, con la ayuda de Dios podemos conseguirlo porque también Pedro, a pesar de sus caídas, aceptó morir por Jesús. Esto demuestra que las debilidades que tenía antes ya no estaban presentes en él. Y tú, ¿dejas que la Gracia de Dios, recibida principalmente en los sacramentos, actúe dócilmente en ti?