La tercera persona de la Santísima Trinidad
Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. (Jn 7, 39)
El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó: «El que tenga sed, que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva”». Dijo esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado. (Jn 7, 37-39)
El Espíritu Santo nos libera de la tendencia a la mentira y al mal que hay dentro de cada hombre, de tal modo que se puede llegar a esa felicidad tan buscada y que solo el Padre nos puede asegurar mediante el Hijo, con la ayuda indispensable del Espíritu. Recemos, por lo tanto, constantemente al Espíritu Santo para que nos ayude a través de los obstáculos de nuestra vida y, así, poder llegar a la felicidad que solo Dios puede darnos.