La Santa Sede reconoce el milagro del rostro de Jesús en la Hostia
El arzobispo de Tellicherry ha anunciado que Roma ha reconocido el milagro eucarístico ocurrido el 15 de noviembre de 2013 en su diócesis, en el estado indio de Kerala. La proclamación solemne tendrá lugar el próximo 31 de mayo.

Desde la India nos llega la noticia de otra inmensa gracia que Dios ha concedido a la Iglesia y a todos Sus hijos peregrinos en la tierra. La Santa Sede ha reconocido el milagro eucarístico ocurrido en la iglesia de Cristo Rey en Vilakkannur (en el estado indio de Kerala), donde el viernes 15 de noviembre de 2013 durante la Misa matutina, en el momento de la consagración, el rostro de Jesús quedó impreso en la Hostia gigante que sostenía el padre Thomas Pathickal.
El anuncio del reconocimiento vaticano, según informa Matters India, llegó el pasado viernes 9 de mayo y monseñor Joseph Pamplany, arzobispo de Tellicherry, lo ha dado a conocer durante una ceremonia celebrada en la misma iglesia donde tuvo lugar el milagro eucarístico hace once años y medio. Monseñor Pamplany informó de que el nuncio apostólico en la India, el arzobispo Leopoldo Girelli, había transmitido a su archidiócesis la comunicación en la que la Santa Sede reconocía el prodigio. La proclamación solemne está prevista para el próximo sábado 31 de mayo, también en la iglesia de Cristo Rey en Vilakkannur, donde presidirá la Misa el nuncio, monseñor Girelli.
Monseñor Pamplany, según informa Catholic Vote, ha asegurado que para la Santa Sede este milagro contribuye a aumentar la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Y efectivamente desde el principio ha habido grandes frutos espirituales. Al mismo tiempo, el arzobispo ha recordado que la presencia real es doctrina católica, cuya verdad no necesitas de milagros. Se trata, a todos los efectos, de un dogma fundado en las palabras de nuestro Señor; y la misma transubstanciación —es decir, la conversión (en el momento de la consagración) de toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús— es un milagro en sí mismo, aunque no sea visible para nuestros sentidos. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica en la misma línea del Concilio de Trento: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero"» (CCE, n. 1374).
Sin embargo, desde hace dos mil años, este dogma es objeto de escepticismo incluso por parte de muchos bautizados e incluso del clero. Pero en estos dos mil años, el Señor ha concedido muchas confirmaciones de que sus palabras (“éste es mi cuerpo”, “ésta es mi sangre”) no son meros símbolos, sino que atestiguan precisamente su presencia real en la Eucaristía. Y a la sabiduría divina, a lo largo de los siglos, le ha complacido que estos milagros eucarísticos reforzaran la fe no solo del pueblo llano, sino también de aquellos que actúan in persona Christi, es decir, los sacerdotes: nos lo recuerdan, sobre todo, los acontecimientos relacionados con el milagro de Lanciano (siglo VIII) y luego con el de Bolsena (1263), al que siguió, un año más tarde, bajo Urbano IV, la institución de la solemnidad del Corpus Domini.
El ocurrido en Vilakkannur se suma a otros milagros eucarísticos de nuestros días. Entre los más conocidos, recordamos en particular los tres ocurridos en Buenos Aires en los años Noventa del siglo pasado (1992, 1994, 1996), el de Tixtla, en México, en 2006, y los de las ciudades polacas de Sokółka y Legnica, respectivamente en 2008 y 2013 (milagros que se documentan en el libro de Franco Serafini, Un cardiologo visita Gesù. I miracoli eucaristici alla prova della scienza, Edizioni Studio Domenicano, 2018).
Para llegar al reconocimiento del milagro, la Iglesia católica se basa en un procedimiento riguroso que incluye la debida custodia de la Eucaristía objeto del milagro y la constitución, por parte del obispo, de una comisión de investigación que evalúe tanto el aspecto teológico como el científico (véanse las últimas Normas del Dicasterio para la Doctrina de la Fe para discernir presuntos fenómenos sobrenaturales). En la mayoría de los casos, el milagro ha consistido en el sangrado de la Hostia. Y los análisis de las muestras eucarísticas han revelado siempre el mismo grupo sanguíneo como resultado: AB (exactamente igual al de las pruebas realizadas en la Sábana Santa de Turín).
Volviendo al caso de Vilakkannur, el entonces párroco de la iglesia de Cristo Rey, el ya citado padre Pathickal, explicó en su momento a Matters India que, en el momento de la elevación, había notado una mancha en la Hostia Magna recién consagrada: “Se hizo más grande y más brillante y enseguida apareció un rostro”. El sacerdote decidió entonces apartar esa Partícula y continuar la Misa con otra Hostia conservada en el sagrario. Una vez concluida la celebración eucarística mostró la Hostia milagrosa al sacristán, quien le dijo que era el rostro de Jesús. El padre Pathickal colocó entonces la Hostia en un ostensorio y la expuso en el altar para la adoración de los fieles. Hacia las 11 de la mañana del 15 de noviembre de 2013, siguiendo las instrucciones del entonces arzobispo de Tellicherry, monseñor George Valiamattam, volvió a colocar la Hostia en el sagrario.
Con la difusión de la noticia del milagro, miles de personas llegaron al pueblo de Vilakkannur. La multitud de personas y vehículos era tal que bloqueó la carretera a Paithalmalan, una localidad turística, y requirió la intervención de altos funcionarios de la policía.
La archidiócesis decidió encargarse de la custodia de la Hostia e investigó lo sucedido tanto desde el punto de vista científico como teológico. Desde septiembre de 2018 hasta enero de 2020 se devolvió la Partícula a la iglesia de Cristo Rey de Vilakkannur para permitir su adoración pública. Posteriormente se entregó al entonces nuncio apostólico, Giambattista Diquattro.
El resto es noticia reciente gracias al reconocimiento del milagro por parte de la Santa Sede, anunciado, como ya se ha dicho, por monseñor Joseph Pamplany el 9 de mayo, apenas un día después de la elección de León XIV.