Santo Tomás por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

La paz interior

Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. (Mc 4,37)

Aquel día, al atardecer, les dice Jesús: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!». (Mc 4,35-41)

 

Los días tormentosos que la vida terrenal inevitablemente nos reserva son una ocasión para distinguir nuestras verdaderas prioridades. El pecado nos hace creer que somos invencibles, pero es en tales situaciones cuando es necesario recuperar el equilibrio y pedir, ante todo, a Dios que nos ilumine sobre las cosas que podemos cambiar, rezándole por las que no podemos cambiar y, sobre todo, pidiéndole que nos ayude a discernir unas de otras. Así Dios nos conducirá a una paz interior que no podrá ser rasgada ni siquiera por las tragedias aparentemente irreversibles, como en el caso de santo Tomás Moro que, perdonando al verdugo que lo estaba a punto de decapitar, dijo: “Tú, hoy, me haces el mayor servicio que un mortal me pueda hacer”.