Inspirados por Dios
Porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. (Mt 16, 17)
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. (Mt 16, 13-20)
San Pedro sigue a Jesús y se deja inspirar por Dios. La Verdad sobre Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, que san Pedro anuncia a todos no puede venir de la simple naturaleza humana. En particular, Jesús exalta a san Pedro llamándolo bienaventurado porque se ha dejado inspirar por Dios. Esforcémonos también nosotros en seguir el ejemplo de san Pedro cuando las opiniones del mundo tienden a confundirnos.