EXPERIMENTO

Hormonas bloqueadoras de la pubertad: el Reino Unido utiliza a menores como conejillos de indias

El Servicio Nacional de Salud ha anunciado el próximo inicio de un estudio clínico con 226 menores de 16 años para probar los efectos de las hormonas bloqueadoras de la pubertad en el tratamiento de la “disforia de género”. Un experimento inmoral y propuesto cuando ya se conocen los daños que causan estas hormonas.

Vida y bioética 27_11_2025 Italiano

A pesar del escándalo relacionado con la clínica Tavistock de Londres, en el Reino Unido se están preparando nuevos experimentos con menores que no tienen clara su identidad sexual. El Servicio Nacional de Salud (NHS), el servicio sanitario británico, apoyará un estudio clínico del King's College de Londres, que se llevará a cabo, al parecer a partir de 2026, con un total de 226 menores, con edades comprendidas entre los 10 y los 16 años (la edad máxima prevista es de 15 años y 11 meses). Los investigadores prevén comenzar el estudio con un primer grupo de 113 niños y adolescentes que tomarán hormonas supresoras de la pubertad durante dos años. La otra mitad comenzará un año después del primer grupo. Ambos grupos serán sometidos a revisiones médicas durante otros dos años. Los menores que participen en el experimento necesitarán el consentimiento de sus padres o tutores legales, así como un diagnóstico de “disforia de género” realizado según los estándares de la Organización Mundial de la Salud.

La luz verde al estudio clínico es consecuencia del Informe Cass, que había criticado duramente el “Servicio de desarrollo de la identidad de género” entonces vigente en el Tavistock Centre, un sistema que desde los años ochenta del siglo XX hasta la actualidad ha desfigurado el cuerpo de miles de niños y adolescentes. Por un lado, hay que recordar que el informe independiente redactado por la pediatra Hilary Cass ha tenido el mérito de frenar la ideología transexualista en la sanidad británica; por otro, no ha sido lo suficientemente claro dando un no definitivo a cualquier hipótesis de bloquear la pubertad con vistas al llamado “cambio de sexo”, sugiriendo “un protocolo de investigación” que ya habíamos criticado en su momento (véase aquí y aquí). El motivo de la crítica es claro: se utilizará a niños y adolescentes como conejillos de indias cuando ya son evidentes los daños causados por las hormonas bloqueadoras de la pubertad. Por otra parte, bastaría con el sentido común: ¿pero qué tipo de beneficio se cree obtener bloqueando el desarrollo psicofísico normal del ser humano?

La encargada de dirigir el estudio clínico será la profesora Emily Simonoff, profesora de psiquiatría infantil y adolescente en el King's College, quien ha afirmado que los sujetos que participen en el estudio podrían seguir tomando hormonas bloqueadoras de la pubertad incluso al finalizar el ensayo, “si se considera clínicamente apropiado”. Pero si esto ya es preocupante, aún más lo es lo que la propia investigadora principal afirma sobre este experimento, único en su género: “Una de las cosas realmente importantes que estamos haciendo es verificar si existen posibles riesgos para el desarrollo cerebral, llevando a cabo el primer estudio absoluto sobre el desarrollo cognitivo, es decir, el pensamiento, el aprendizaje y la memoria”. Simonoff añade: “Realizaremos un escáner cerebral a los jóvenes que toman hormonas para suprimir la pubertad y a los que no las toman: es la primera vez que se hace”. Es la confirmación de que esos 226 menores serán tratados como animales de laboratorio, ignorando el principio moral de que el ser humano no puede ser utilizado como un medio.

Dado que ninguna supuesta necesidad cognitiva puede justificar un experimento similar con niños y adolescentes, lo que hay que saber ya se sabe. Como señala acertadamente Sarah Vine en el Daily Mail: “Si el Servicio Nacional de Salud desea recopilar pruebas y datos sobre los efectos de estos medicamentos en menores de 16 años, solo tiene que consultar los historiales clínicos de los pacientes que han sido tratados en sus centros, cuyo número supera con creces el propuesto para este experimento, llegando a unos 9.000 en total”. Los efectos mencionados son perjudiciales. En particular, en las mujeres, las sustancias que bloquean la pubertad pueden provocar síntomas de la menopausia, como sofocos y confusión mental; en los hombres, bloquean el desarrollo de los órganos sexuales y, a largo plazo, pueden comprometer la fertilidad. En general, su uso provoca cambios de humor, ansiedad, depresión y reducción de la densidad ósea.

El anuncio del inminente inicio del ensayo clínico ha suscitado la reacción de una serie de asociaciones, políticos (como la líder conservadora Kemi Badenoch) e incluso activistas individuales que denuncian la peligrosidad de los tratamientos para el ilusorio “cambio de sexo”. Entre ellos se encuentra Keira Bell, una joven que, siendo menor de edad, emprendió la llamada “transición de género” en la clínica Tavistock, comenzando con hormonas bloqueadoras de la pubertad y terminando, ya mayor de edad, con una doble mastectomía. Su supuesta “disforia de género” era en realidad una depresión no diagnosticada. Solo después de la operación quirúrgica Keira se dio cuenta del engaño en el que había caído (lea aquí su historia contada por la Brújula Cotidiana, la Nuova Bussola Quotidiana en Italia). Y desde hace años, tras denunciar a la propia Tavistock por la aproximación con la que trató su caso, lucha para que otros no caigan en el mismo error. Y ahora Keira, junto con otras personas que se oponen al transexualismo, ha anunciado que emprenderá acciones legales si no se bloquea el estudio clínico.

Es emblemático lo que Keira Bell escribió esta semana en la red social X, recordando los efectos de la menopausia que sufrió debido a las hormonas bloqueadoras de la pubertad, un tratamiento que “no me proporcionó un ‘descanso’ para pensar y reflexionar, como aseguraban estos médicos”, es decir, aquellos que sostienen que es bueno usar estas hormonas como “remedio” temporal. “En realidad, cada vez estaba más desesperada” explica Keira, y como la gran mayoría de los adolescentes que toman supresores de la pubertad, continuó con la “transición de género”, creyendo que esa era la solución, cuando en realidad le causó daños permanentes. Daños que un niño o incluso un adolescente no es capaz de evaluar en el momento en que inicia el proceso de “cambio de sexo”, por lo que aquí ni siquiera se puede hablar de consentimiento informado. Lo cual, por otra parte, debería ceder el paso al principio fundamental de la medicina: primero, no hacer daño.

La única solución racional y verdaderamente humana es ayudar a los menores a reconocer que su cuerpo nunca es incorrecto, sino un don que hay que cuidar.