CONFUSIÓN

Homosexuales en el seminario: El Papa se come sus propias palabras

Tras su declaración sobre el “mariconeo” de los sacerdotes, giro sensacional del Papa Francisco: anima a un aspirante a seminarista gay a seguir adelante. Una contradicción inconcebible, que se convierte en una victoria del lobby LGTB.

Ecclesia 05_06_2024 Italiano English
Foto ImagoEconomica

Ya ni siquiera puede calificarse de sorpresa. Tras el revuelo causado por la declaración privada del Papa lamentándose de que hay “demasiado mariconeo” en los seminarios y entre los sacerdotes, el lobby gay no podía quedarse de brazos cruzados. Tenemos ya un reportaje de la BBC sobre un joven gay siciliano que afirma haber sido sometido a terapias reparadoras parecidas a la tortura mientras estaba en el seminario.

Y ahora un reportaje más con la carta al Papa Francisco de un “aspirante gay a seminarista” que se queja de haber sido rechazado por su homosexualidad a pesar de sentir una fuerte vocación. Un correo electrónico escrito el 28 de mayo por Lorenzo Michele Noè Caruso, de 22 años, así se llama el chico, “tres páginas en las que abre su corazón al Santo Padre”, explica el periódico italiano Il Messaggero, que ha sido el primero en publicar la historia. Y con sorprendente puntualidad, Lorenzo ha recibido una respuesta ya el 1 de junio: “Una tarjeta manuscrita, escaneada y adjuntada al correo electrónico”. El contenido de la respuesta es, en primer lugar, una denuncia del clericalismo, evocado en la carta del chico, y luego va al grano: “Jesús llama a todos, a todos. Algunos piensan que la Iglesia es una aduana, y esto es malo. La Iglesia debe estar abierta a todos. Hermano, sigue adelante con tu vocación”. Obviamente, la carta se ha publicado inmediatamente para dejar claro “quién es el verdadero Papa, no es el que os han hecho creer”.

Y efectivamente, surge la pregunta: ¿quién es el Papa verdadero? Porque está claro que no hay manera de conciliar el tema del “mariconeo” con esta carta. Es cierto que “sigue adelante con tu vocación” podría significar cualquier cosa, pero en este contexto sólo puede interpretarse como una luz verde para entrar en el seminario (a menos que la Oficina de Prensa del Vaticano intervenga de nuevo para rectificar).

Pero la cuestión es que el discurso a los obispos italianos del 20 de mayo también era muy claro: más allá de la terminología utilizada, la invitación del Papa a impedir que los candidatos con tendencias homosexuales entraran en el seminario no era equívoca, aunque haya quien ha querido interpretar lo contrario. Ya hemos señalado que el discurso a los obispos italianos parecía en flagrante contradicción con lo que se ha hecho en los últimos años para promover la agenda LGBT en la Iglesia. Porque no cabe duda que la confusión, la ambigüedad y la duplicidad son las características de este pontificado.

Pero esta situación supera todo lo visto hasta ahora: que un mismo caso reciba dos respuestas diametralmente opuestas es inconcebible. Por no hablar también de la gravedad de despreciar (conociendo simplemente la versión del candidato) el juicio de un rector de seminario que tuvo que evaluar los requisitos del candidato y no lo consideró apto, no necesariamente sólo por la homosexualidad.

Pero volviendo al tema principal, no se puede eludir la pregunta: ¿cómo es posible afirmar una cosa y también su contraria en el espacio de una semana, y sobre un tema tan delicado?

Tal vez alguien fantasee con la existencia de dos Papas o con la falsificación de la carta al aspirante a seminarista, o incluso con la interpretación del discurso a los obispos italianos. Pero siendo realistas, sólo se nos ocurren dos posibilidades.

La primera, con todo el respeto posible, es que deberíamos empezar a hacernos algunas preguntas sobre la estabilidad psíquica del Pontífice. No es la primera vez que sus actitudes y discursos suscitan dudas, pero hasta ahora el Papa Francisco ha podido gozar del favor de la prensa progresista que siempre ha evitado señalar contradicciones y ha tratado con ligereza sus deslices. Nada debía socavar la imagen de un Pontífice “revolucionario” que pone patas arriba la Iglesia y la narrativa de un Papa (bueno) que lucha contra los malos (toda la Iglesia). Pero con la edad es normal que ciertas debilidades se vuelvan más pronunciadas y más difíciles de ocultar. El problema en este caso sería sobre todo el grupo de personas que le rodean, que encubren una situación que debería tratarse de otra manera, quizá para aprovecharse de ella.

La segunda hipótesis es que, independientemente de lo que piense realmente sobre cuestiones concretas, tiene que “obedecer” un mandato que ha recibido. No podemos inferir quién y por qué, pero parece bastante evidente que existe una fuerte presión por parte de determinados lobbies o agrupaciones. La promoción sistemática de asociaciones o prelados descaradamente pro-gay, sin ir más lejos, es un hecho a la vista de todos.
Por poner el último ejemplo: la semana pasada, el papa Francisco nombró miembros del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, competente en estas cuestiones, a dos cardenales (José Tolentino de Mendonça y Marcello Semeraro) y al arzobispo Bruno Forte, notoriamente cercanos a los grupos LGTB. Tolentino de Mendonça, entre otras cosas, es un firme partidario de la ex monja María Teresa Forcades i Vila, famosa por su “teología queer”; Semeraro, actualmente prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, como obispo de Albano había hecho de su diócesis el punto de referencia para los grupos LGBT “católicos”; y Forte, ya en el momento del primer Sínodo sobre la Familia (2014) había impulsado el reconocimiento de las uniones del mismo sexo.

Así las cosas, incluso la torpe declaración sobre el “mariconeo” que parecía querer poner límite a ciertas tendencias en el clero se está convirtiendo en su contrario, es decir, en el fortalecimiento de la presencia pro-gay en la cúpula de la Iglesia y ahora también en los seminarios. En cualquier caso, sea cual sea la cuestión -y no excluyamos a priori otras hipótesis sobre este “Francisco contra Francisco”-, el asunto es muy grave.