¿Hasta qué punto estamos a la moda?
Santifícalos en la verdad. (Jn 17, 17)
Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. (Jn 17, 11b-19)
Los verdaderos discípulos de Jesús se diferencian de quienes Lo han rechazado porque ponen por encima de todo el amor hacia Él, poniendo en práctica, con la ayuda del Espíritu Santo, sus enseñanzas. Una tentación que está muy presente en los cristianos es la de adaptar el Evangelio al comportamiento y a la opinión reinante en el momento histórico en el que viven, por temor de parecer que no van al paso con los tiempos, o antipáticos. Si ceden a tal tentación los cristianos ya no son levadura y sal para la Tierra, sino que están destinados a ser pisoteados por los hombres. Preguntémonos hasta qué punto seguimos la moda, o si no lo hacemos porque seguimos el Evangelio en las decisiones concretas del día a día.