Genuflexión obligatoria
Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre. (Jn 3,14)
Jesús le contestó: «No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contestó Jesús: «¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna». (Jn 3,7b-15)
Jesús quiere, de forma amorosa, purificar la fe judía de Nicodemo para prepararlo a atravesar el escándalo de la cruz y llegar a la nueva fe en Él. El discípulo de Jesús también debe estar preparado para seguirlo incluso cuando no es capaz de comprender sus designios. Por esto, Jesús recuerda la elevación de la serpiente de Moisés, pasaje de la Biblia que los judíos conocían muy bien. La serpiente de bronce fue elevada por encima de todos los hombres para salvarlos, exactamente como Jesús en la cruz. Y nosotros, ¿estamos preparados para arrodillarnos delante de nuestro Salvador? Recordemos que la genuflexión dirigida al Santísimo Sacramento cuando entramos en la iglesia, o cuando se pasa delante del tabernáculo, es obligatoria.