ORIENTE MEDIO

Gaza: el desarme de Hamás es un espejismo

Tras el alto el fuego en Gaza, Israel aspira a un acuerdo internacional para desarmar a Hamás. Pero la única forma realista de lograrlo es una acción militar israelí en Gaza que aniquile a las milicias palestinas y luego ceda el territorio a la Autoridad Palestina y a Egipto.

Internacional 27_05_2021 Italiano English

Tras el fin de las hostilidades en Gaza, ha llegado el momento de hacer un balance de la situación y, aunque después de diez días de enfrentamientos cada uno se declare vencedor a su manera, no faltan elementos de reflexión.

Desde el comienzo de la operación israelí “Guardianes de los muros”, las Brigadas Ezzedin al-Qassam (brazo armado de Hamás) y el Movimiento de la Yihad Islámica han lanzado 4.340 misiles contra Israel, 640 de los cuales fueron abortados en el momento del lanzamiento o cayeron dentro de la Franja, mientras que el sistema de defensa antimisiles Cúpula de Hierro derribó unos 3.600 misiles, lo que equivale al 90% de los disparados contra Israel. En cambio, aquellos que no fueron interceptados alcanzaron las ciudades de Nevit Haasara, Sderot, Ashkelot, Ashdod y Lod, los suburbios de Jerusalén, Nazaret, Beersheba, Holon y la propia Tel Aviv.

En Israel las víctimas han sido 12, incluido un soldado, y 117 heridos graves (114 civiles y tres soldados), mientras que la respuesta militar israelí causó la muerte de al menos 248 personas, más de la mitad de ellas pertenecientes a las milicias, y más de 1.900 heridos.

Se dice que los bombardeos israelíes han destruido o dañado 2.000 edificios y 500 plataformas de lanzamiento de misiles, además de depósitos de armas y más de 100 kilómetros de túneles que conectan la Franja de Gaza con el territorio egipcio del Sinaí.

De estas cifras se pueden extraer algunas valoraciones que, sin embargo, dificultan la atribución de la victoria de forma clara e incontrovertible. En primer lugar, las pérdidas han sido, en general, muy limitadas, teniendo en cuenta la masa de armas y la potencia de fuego empleada, lo que confirma que Israel ha defendido bien su territorio y ha golpeado casi siempre al enemigo de forma “quirúrgica”, evitando la matanza entre los civiles utilizados como “escudos humanos” por los milicianos palestinos.

Hamás ha sufrido pérdidas considerables en términos de hombres y comandantes, pero podrá compensarlas rápidamente con nuevos alistamientos y nombramientos, mientras que los misiles utilizados, a los que hay que añadir algunos centenares destruidos por los bombardeos aéreos israelíes en los almacenes, podrían representar una sexta o incluso una décima parte de los 30 mil o quizás 50 mil que, según fuentes de inteligencia israelíes y estadounidenses, están presentes en Gaza. Esto significa que es difícil proclamar la derrota de Hamás y de la Yihad Islámica Palestina si en cualquier momento pueden tener la capacidad militar de reabrir las hostilidades intentando atacar ciudades israelíes.

Sin duda, no es casualidad que Jerusalén aspire ahora a un acuerdo internacional que garantice el desarme de Hamás, algo que, sin embargo, es imposible de aceptar para los milicianos apoyados por Irán, pero también por Turquía y Qatar.

Es inútil hacerse ilusiones de que una misión internacional (de la ONU) pueda alcanzar tal objetivo. Sólo hay que recordar que los 12 mil cascos azules desplegados en el sur del Líbano desde 2006 tenían entre sus tareas el desarme de las milicias (especialmente las de Hezbolá), algo que hasta la fecha ni siquiera se ha intentado a gran escala.

El desarme de las milicias tan arraigadas en el territorio y que tienen un control total de la población, ya sea voluntario o basado en el terror, sólo puede llevarse a cabo de forma concreta tras haberles infligido una derrota militar decisiva.

En el caso de Hamás en Gaza, la única posibilidad de evitar nuevos lanzamientos de misiles contra ciudades israelíes reside en una operación militar a gran escala para conquistar la Franja de Gaza metro a metro, eliminando todos los focos de resistencia y destruyendo todos los depósitos de armas y misiles.

Ciertamente, Israel tendría dificultades para justificar ante las cancillerías y la opinión pública internacional una campaña militar muy dura casa por casa (que se revelaría aún más feroz por la resistencia que opondrían los milicianos sabiendo que no tienen escapatoria) y más aún la restauración de la ocupación de la Franja que mantuvo hasta la retirada de 2005.

Por esta razón, incluso una opción de guerra destinada a aniquilar a los milicianos palestinos debería prever que Israel ceda el control del territorio de Gaza a la Autoridad Nacional Palestina de Abu Mazen y a las fuerzas egipcias.

El Cairo, que se enfrenta a las milicias yihadistas del Sinaí, tendría todo el interés en estabilizar Gaza, pero podría no estar dispuesto a desplegar miles de soldados y policías dentro del territorio habitado por 2,5 millones de palestinos.

Por supuesto, son sólo hipótesis y opciones que por ahora no parecen estar en la agenda. Sin embargo, si es cierto que el desarme de Hamás constituye el primer paso hacia la paz, es igualmente cierto que no puede llevarse a cabo si no se utilizan con determinación instrumentos militares coercitivos.