San José de Cupertino por Ermes Dovico
92 AÑOS

Funeral católico en la casa Windsor para la duquesa de Kent

El cardenal Nichols ha celebrado la Misa de réquiem por Catalina, primer miembro de la familia real en convertirse a la Iglesia de Roma en la era moderna. Y también la primera en recibir un funeral católico en presencia del rey Carlos III.

Ecclesia 18_09_2025 Italiano

El pasado martes 16 de septiembre la familia real británica se ha reunido en Westminster para dar el último adiós a Catalina, duquesa de Kent, fallecida el 4 de septiembre a los 92 años. Sin embargo, esta vez no se trataba de la abadía de Westminster, convertida en anglicana, donde se celebran las coronaciones, bodas y funerales de la casa Windsor, sino de la otra, la catedral católica (o “papista” como se definía despectivamente la fidelidad a la Iglesia romana tras el cisma anglicano). No es la primera vez que un soberano británico en funciones (hay que recordar que también es el gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra) asiste a una Misa católica: en 1879, la reina Victoria asistió al funeral de Luis Napoleón y el rey Jorge V, en 1920, al de la emperatriz Eugenia, pero no se trataba de miembros de la familia real. Tampoco es la “primera Misa” para el entonces príncipe de Gales, presente en San Pedro en 2019 en la canonización del cardenal Newman, pero antes de ascender al trono. Esta vez “se trata del primer funeral real celebrado en la catedral de Westminster desde su construcción en 1903, así como del primer funeral católico real de la historia moderna”, como también destaca la página web oficial de la familia real, que recuerda a la difunta duquesa como “devota seguidora de la fe católica romana”, así como “el primer miembro de la familia real en convertirse al catolicismo en más de 300 años, en 1994”.

El día del funeral, el papa León XIV envió un telegrama de condolencias a Carlos III, uniéndose “a todos aquellos que dan gracias a Dios todopoderoso por el legado de bondad cristiana dejado por la duquesa, manifestado en sus muchos años de dedicación a las tareas oficiales, al patrocinio de obras benéficas y al cuidado devoto de las personas vulnerables de la sociedad”. El cardenal Vincent Nichols ha presidido la ceremonia, mientras que el obispo auxiliar James Paul Curry ha pronunciado la homilía, en la que también ha repasado las circunstancias de su conversión, partiendo de los antecedentes remotos: “¿Fue una mera coincidencia que un vecino de la familia en Yorkshire fuera un joven monje benedictino, que más tarde se convertiría en abad de Ampleforth y posteriormente en arzobispo de Westminster, Basil Hume? El cardenal desempeñó un papel importante en la vida de la duquesa cuando, en 1994, fue acogida en plena comunión con la Iglesia católica”.

Quién sabe si también fue una “mera coincidencia” el día de su nacimiento, el 22 de febrero de 1933, fiesta de la Cátedra de San Pedro, cuando Catalina vino al mundo, hija de sir William Worsley y Joyce Morgan Brunner, en Yorkshire, tierra que siempre permanecería en su corazón, al igual que la pasión por la música que se remonta a sus años escolares. En 1958 conoció a Edward, primo hermano de la reina Isabel y duque de Kent, con quien se casó en 1961. En aquella época, naturalmente, la novia aún era anglicana y, por lo tanto, según el Act of Seattlement de 1701, la posterior conversión no afectó a los derechos del ya nonagenario Edward, que sigue siendo el 42º en la línea de sucesión. De su matrimonio nacieron George, conde de St. Andrews, lady Helen Windsor y lord Nicholas Windsor. Mientras que el primogénito George ha seguido los pasos de su padre en la masonería (el duque de Kent es Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra), el tercer hijo, Nicholas, ha preferido seguir a su madre en la Iglesia católica, perdiendo el derecho a la sucesión al trono, y es el primer miembro de la familia real que se ha casado en el Vaticano, en la iglesia de Santo Stefano degli Abissini. Conocido por su firme oposición al aborto, está vinculado al Ordinariato de Nuestra Señora de Walsingham, instituido por Benedicto XVI para los exanglicanos que se han unido a Roma.

Un cuarto hijo, Patrick, nació muerto en 1977. Una experiencia que ella misma calificó de “devastadora” al hablar de ella muchos años después en una entrevista con el Daily Telegraph: “No tenía ni idea de lo devastador que podía ser algo así para una mujer. Me hizo ser extremadamente comprensiva con otras personas que sufren por la muerte fetal”. Esa sensibilidad hacia el dolor ajeno afianzó su delicadeza humana (“He aprendido que las lágrimas y las sonrisas van de la mano”, dijo en otra entrevista sobre su trabajo en un hospicio), visible también en el cuidado de los enfermos y los sin techo, en el acompañamiento de los peregrinos a Lourdes, o en el gesto que se hizo famoso en Wimbledon en 1993 cuando consoló a la tenista Jana Novotná entre lágrimas (en la foto de la derecha).

Pasemos a la conversión a la Iglesia católica, citando de nuevo la homilía de monseñor Curry: “Cuando lady Catalina, como la llamaba el cardenal [Hume], dio este paso, siempre estuvo agradecida por el cortés consentimiento de Su Majestad la Reina, a quien la duquesa siguió sirviendo con amor, admiración y lealtad. Guiada por el cardenal Hume y otros, Catalina continuó un camino espiritual personal que había comenzado para ella en la Iglesia de Inglaterra. Como ocurre con toda alma humana, ese camino espiritual implicaba la búsqueda de la plenitud, la sanación, la paz interior y, en última instancia, de Dios”.

¿Coincidencia o providencia? Estas palabras resuenan en vísperas de la proclamación de John Henry Newman como doctor de la Iglesia. Y solo dos semanas después de la visita del rey Carlos III al Oratorio de Birmingham, muy deseada por el soberano, gran admirador de Newman, a los lugares donde vivió el exanglicano que se convirtió en cardenal de la Santa Iglesia Romana. Es inevitable pensar en Newman, pero también en la llamada “profecía de Walsingham” que León XIII pronunció en 1897: “Cuando Inglaterra vuelva a Walsingham, la Virgen volverá a Inglaterra”. El santuario de Walsingham se construyó tras una aparición de la Virgen, que en 1061 pidió que se construyera allí una réplica de la Casa de Nazaret. En la época de Enrique VIII se destruyó, pero desde principios del siglo XX vive una especie de “resurrección” que une a católicos y anglicanos en la devoción a Nuestra Señora. Y quién sabe si algo se mueve también en la corte...