San Columbano por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

Exorcismos y tentaciones

Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. (Mc 5, 2)

Y llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos». Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar. Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti». El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban. (Mc 5, 1-20)


Los endemonias son unos desgraciados, no sólo por el trastorno diabólico en sí mismo, como sucedía en los tiempos de Jesús, sino porque también hoy, a menudo, no se los cree por lo que acaban siendo tratados como enfermos mentales cuando, en realidad, necesitarían a un sacerdote con un mandato del obispo para realizar en ellos un exorcismo. Para comprender este problema es útil ver la película El exorcismo de Emily Rose, en la que curas médicas y exorcismos son puesto al mismo nivel en el proceso legal correspondientes a hechos que realmente sucedieron. Sin embargo, la actividad extraordinaria del demonio no es la que cause más insidia en nuestra alma. Suele ser mucho más peligrosa la tentación, que forma parte de su actividad ordinaria. De hecho, con la tentación el demonio intenta pervertir nuestra voluntad llevándola al pecado, mientras que con la actividad extraordinaria los trastornos diabólicos son externos a la misma; esta es la razón por la que también existen endemoniados que han sido santos. Pidamos a Jesús para que haya obispos y sacerdotes preparados para ayudar a los endemoniados, pero también para que nos preserven de la tentación ordinaria.