Natividad del Señor por Ermes Dovico
LA ECONOMÍA DE FRANCISCO

En el “Pacto de Asís” no hay lugar para Cristo

Los tres días virtuales en Asís dedicados a la “Economía de Francisco” han terminado entre muchos eslóganes y la decisión de iniciar un proceso que lleve a encontrar nuevos instrumentos para superar las distorsiones económicas y sociales en el mundo. Una perspectiva totalmente horizontal, reiterada también en el último vídeo mensaje del papa Francisco, que invierte la visión del desarrollo humano integral definido por Pablo VI en la Populorum Progressio y por Benedicto XVI en la Caritas in Veritate.

Economía 23_11_2020 Italiano English

Entre la invitación a soñar con un futuro feliz y una “nueva” economía, y las propuestas de soluciones que ya hemos oído mil veces, finalizaron sábado los tres días de la “Economía de Francisco”, el encuentro virtual en Asís propuesto por el Papa Francisco con la participación de unos 2.000 jóvenes economistas e investigadores de 115 países. Y ha sido precisamente el Papa Francisco quien ha cerrado el evento con un largo mensaje en el que ha querido enfatizar lo que esperaba del encuentro que, por supuesto, “es el impulso inicial de un proceso” (no hay que olvidar estas palabras: iniciar procesos, trazar caminos, ampliar horizontes, crear pertenencias...).

El futuro que hay que construir, como si hubiera una hoja en blanco que se pudiese dibujar, fue sin duda el hilo conductor de los tres días en los que se dio por sentado que el mundo actual es un desastre, o más bien está al borde del precipicio; y donde la actual pandemia parece providencial porque facilitará los cambios necesarios ya previstos debido a la alarma climática.

“Necesitamos un cambio, queremos un cambio, buscamos un cambio”, dijo el Papa citando su discurso de 2015 a los movimientos populares. En Asís resonaron muchos eslóganes –muerte al PIB, pensemos en la felicidad, lucha contra las desigualdades, soñar es un derecho humano, etc.- y varias propuestas que reproducen las que ya están de moda en materia de ecología climática: transición energética, economía verde, etc. “Cero emisiones de carbono, cero concentraciones de riqueza, cero desempleo”, invoca Muhammad Yunus, el “banquero de los pobres”, inventor del microcrédito en Bangladesh. Y tampoco podía faltar Jeffrey Sachs -economista de las Naciones Unidas y actualmente director del Earth Institute de la Universidad de Columbia, así como asesor principal de la Santa Sede-, que propone el modelo de las socialdemocracias del norte de Europa, “las sociedades más felices” porque “tienen la menor desigualdad”: muchos impuestos y muchos servicios para todos.

Pero escuchando las propuestas de la Convención de Asís saltan a la vista dos cuestiones fundamentales.

La primera es que se da por sentado que vivimos en el peor mundo posible. “El sistema mundial actual es insostenible desde diferentes puntos de vista -dijo el Papa Francisco en el vídeomensaje citándose a sí mismo, esta vez de la encíclica Laudato Si’- y afecta a nuestra hermana tierra, tan maltratada y despojada, y al mismo tiempo a los más pobres y excluidos. Van unindos: despojas la tierra y hay muchos pobres excluidos”.

Los numerosos oradores de estos tres días piensan de la misma manera: el problema radica en los países industrializados, esclavos del ciclo perverso de producción-consumo, que explotan salvajemente la naturaleza saqueando los recursos y creando así mayor pobreza.

Sin embargo, los datos reales cuentan una historia muy diferente: los indicadores ambientales son mucho mejores en los países industrializados, donde la contaminación disminuye, la superficie forestal crece, hay una mayor protección de la biodiversidad. Sin embargo, en términos más generales, las condiciones de vida en todo el mundo han mejorado considerablemente, e incluso los países más pobres, con algunas excepciones, son menos pobres que hace 50 ó 100 años. Prueba de ello es que no hemos experimentado una hambruna grave durante muchas décadas. Esto no significa que todo vaya perfectamente, sino todo lo contrario: no podemos dejar de señalar el escándalo de muchas poblaciones todavía subalimentadas y sin condiciones de vida dignas cuando hoy en día hay recursos tanto alimentarios como de otros tipos más que suficientes para todos los habitantes del planeta.

Pero los factores que determinan esta situación son diferentes y más complejos que el simple y erróneo teorema de que “los pobres son pobres porque los ricos son ricos”. Y algunos de estos factores ponen directamente en duda la responsabilidad de las culturas tribales y el liderazgo corrupto en los propios países pobres. Pensar que todo se puede resolver con una transferencia masiva de riqueza del norte al sur del planeta –que también es un objetivo de los acuerdos climáticos - es pura ilusión, de hecho es la manera segura de empobrecer a todos.

Y cuando hablamos de recursos consumidos –siempre se dice que el 20% de la población consume el 80% de los recursos- nos olvidamos de decir que ese 20% de la población también crea recursos y produce riqueza. Por ejemplo, en Italia se cosechan 75 quintales de arroz por hectárea, en África un promedio de cinco. Para salir de la pobreza es importante ayudar a multiplicar ese 5 que se produce en África, pero el camino indicado por el “Pacto de Asís”, sin embargo, conduce a bajar ese 75 que se produce en Italia.

El problema en Asís es que, si el diagnóstico es erróneo, la terapia será letal.

Cabe señalar también que en las principales intervenciones no se ha mencionado nunca el verdadero problema estructural que está en la base de la crisis económica de los países desarrollados, a saber, la desnaturalización. Y vinculado a esto está el problema de la crisis de la familia, como fuente de capital humano, tanto para la generación de la vida como para la educación. El Papa no lo ha mencionado si quiera, como si el único problema fuera el sistema liberal-capitalista.

Pero hay un segundo punto que es aún más problemático, porque se refiere al fondo del asunto. En Asís se insistió mucho en que hay que superar la lógica del PIB, que lo importante es el bienestar y la felicidad, que deben medirse de otra manera. Lo que es desconcertante es que la felicidad se ponga en manos de nuevas estructuras, nuevos estilos de vida o sistemas -como los ya mencionados por Sachs- que son esencialmente socialistas. Pero mientras que este enfoque es comprensible en aquellos que vienen de una cultura materialista y atea, es incomprensible e inaceptable en un área que se refiere a san Francisco y la Doctrina Social de la Iglesia.

El mensaje del papa Francisco también se refiere al diálogo, a la inclusión de los pobres, a los diferentes modelos de producción que ayudan al desarrollo humano integral, sin dejar de mantener una perspectiva horizontal, centrándose siempre en las nuevas estructuras humanas. En la encíclica Populorum Progressio de Pablo VI cita el pasaje en el que afirma que “el desarrollo no se reduce a un mero crecimiento económico. Para que sea un auténtico desarrollo debe ser integral, lo que significa que debe estar orientado a la promoción de cada hombre y del hombre entero” (nº 14). Pero olvida que el propósito de esa encíclica es afirmar que “el anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo”, como recordó Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate (nº 8).

En Asís, desafortunadamente, se lanza el mensaje de que -dando por hecho que la riqueza no da la felicidad- hay que encontrar las herramientas adecuadas para hacer feliz a la gente. Esto es lo contrario de lo que Benedicto XVI escribió en Caritas in Veritate, cuando recordó que la economía y las finanzas son simplemente instrumentos que pueden ser usados para el bien o el mal según las referencias morales del hombre. “Por lo tanto -dice Benedicto XVI- no es el instrumento el que debe ser cuestionado, sino el hombre, su conciencia moral y su responsabilidad personal y social” (nº 36). En otras palabras, la conversión a Cristo es el punto decisivo, como lo fue para san Francisco. Pero de esto no se ha hablado en Asís.