San Columbano por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

En el orden justo

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. (Mt 10, 37)

No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa». Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. (Mt 10, 34 -11, 1)

 

Examinemos sinceramente nuestra conciencia para saber si amamos más a las criaturas, por ejemplo, a nuestra familia más cercana, o ponemos siempre en el primer puesto a Dios. Nosotros pensamos que, en el fondo, no hay nada de malo en amar de manera absoluta a los padres o a los hijos, pero en realidad si no ponemos a Dios en primer lugar, no podremos ni siquiera amar a las personas más allegadas. De hecho, la fuente del amor es Dios, por lo que si no encontramos tal fuente, cualquier amor humano no podrá ser amor verdadero, puro y santo. Frecuentemente será egoísmo disfrazado de amor y de buenos sentimientos. Hablemos con nuestro sacerdote de confianza para entender si amamos en el justo orden a Dios y al prójimo.