Elevar al hombre
Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no? (Mc 2, 18)
Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos». (Mc 2, 18-22)
Para los devotos israelitas la misión de san Juan Bautista era más comprensible que la de Jesús: Juan predicaba la purificación mediante la penitencia y se dirigía al hombre antiguo, mientras que Jesús es la Encarnación de Dios en el hombre nuevo. Su simple presencia es fuente de esperanza, de alegría y de fuerza. San Juan Bautista era el último de los profetas. Anunció y preparó los caminos del Señor resaltando, en su humildad, que no era Él quien liberaría a los hombres del mal del pecado. Para elevar al hombre es necesario Jesús, Dios Verdadero y Hombre Verdadero, intentemos no olvidarlo nunca para ser siempre sus humildes discípulos y para darLe las gracias cada día.