El virus que aniquila cinco siglos de materialismo
El Covid-19 estaba aislado y resultó ser tan pequeño que era casi invisible, pero puso nuestra existencia patas arriba. Durante quinientos años se ha afirmado que sólo existe lo que afecta a nuestros sentidos y que el resto es superstición. Ahora sabemos que nos mintieron y que los empiristas, iluminadores, materialistas y románticos estaban equivocados.
¡Ahí está, por fin! El coronavirus, también conocido como vairus, en inglés. Gracias a un grupo de (excepcionales) investigadores tenemos la oportunidad de ver esta famosa “desgracia”, el Sars-CoV-2.
El virus se ha aislado en el Laboratorio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Estatal Universitario Sacco (en Milán), coordinado por Massimo Galli y Gianguglielmo Zehender, en colaboración con la Anatomía Patológica dirigida por Manuela Nebuloni del Departamento de Ciencias Biomédicas y Clínicas Luigi Sacco. El virus ha sido aislado por los investigadores Alessia Lai, Annalisa Bergna, Arianna Gabrieli y Maciej Tarkowski; por otro lado, las imágenes son el resultado del trabajo de Antonella Tosoni y Beatrice Marchini. Para entender de qué estamos hablando, una de las imágenes fue obtenida ampliándola 140.000 veces. Increíble, ¿no? Sólo con un microscopio electrónico es posible obtener tales imágenes. De cualquier otra forma nunca podríamos ver el famoso coronavirus. A lo mejor algunos se decepcionan: esperaban ver un pequeño monstruo verde con dientes afilados, pero en cambio... ¿sólo una bolita? En definitiva, pensemos en lo pequeño que es un virus, algo que es imposible de ver a simple vista. Y esto precisamente es muy interesante.
Olvidémonos por un momento de las imágenes. Son un logro técnico notable, y además muy reciente. Volvamos a unos días atrás, cuando nunca habíamos visto este virus. Pensemos en eso por un segundo.
Estamos encerrados en casa desde hace un mes: no podemos ir a dar un paseo por ahí, quedar con gente, abrazar a un amigo. No podemos salir a tomar café, con todos los rituales que conlleva, o ir a por una pizza. Ponemos la casa patas arriba con la esperanza de encontrar un poco de levadura para hacer pan. Salimos una vez a la semana para hacer la compra, y lo que es peor peor: hacemos hasta tres horas de cola para después comprar rápidamente. Algunos están asustados, otros desesperados. No nos ha quedado otra que pensar obligatoriamente en la muerte, el final de la vida y el significado de nuestra existencia. ¿Y todo esto por qué? Algo que no podemos tocar ni ver, que no produce palabras ni sonidos, que no tiene olor ni sabor. Algo que nuestros sentidos no pueden captar.
Ése es el punto. Quinientos años han estado dando la matraca con este concepto: sólo existe lo que afecta a nuestros sentidos; estas son las únicas cosas que tienen una influencia real en nuestra vida. Las cosas que podemos medir. El mundo material, físico. El resto, lo metafísico (Dios, ángeles, providencia, vocación, alma...) no existe. Es una invención. Ídolo, superstición. No tiene ninguna influencia en nuestra vida. Es un concepto simple.
Bueno, el coronavirus ha tenido al menos un efecto beneficioso en nuestras vidas. Nos ha abierto los ojos. Nos ha enseñado que algo que no se puede medir, que no afecta a nuestros sentidos, puede tener una gran influencia en nuestras vidas. Nos ha hecho darnos cuenta de que nos han mentido durante quinientos años. Ese “simple concepto” que nos han estado enseñando desde la escuela primaria es falso.
Ciertamente, el virus no ha demostrado la existencia de Dios, ni del alma, ni de todos esos conceptos metafísicos que algunos, a lo largo estos siglos, han creído tercamente. Pero muestra que los empiristas, la Ilustración, los materialistas y los románticos estaban equivocados. ¿Eso es todo? Bueno, no es poco. Personalmente, estoy muy contento con este descubrimiento. Gracias, Vairus.