El vínculo parental
El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. (Mc 3, 35)
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». (Mc 3,31-35)
La verdadera conversión a la que llama Jesús es la que empuja a conformar nuestra mentalidad, contaminada por la tendencia al mal, a la voluntad divina que Él anuncia y testimonia. El vínculo parental no tiene significado si no hay voluntad de amar a Dios antes de comprender sus proyectos para nosotros. María se convirtió en su madre porque, fiándose, antepuso la voluntad de Dios a posibles perplejidades humanas creyendo en las palabras del arcángel Gabriel. Que el ejemplo de María Santísima nos empuje a fiarnos totalmente de Dios tal como hizo ella.