Santa Isabel de Portugal por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

El único que puede sanarlo

Señor, si quieres, puedes limpiarme. (Mt 8, 2)

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Y enseguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». (Mt 8, 1-4)


La oración del leproso hace entender que él se reconoce impuro, seguramente por la enfermedad, pero a lo mejor también por su conducta. Además, el leproso reconoce en Jesús el único que puede sanarlo. Cuando nos acerquemos a la Eucaristía tengamos presente a este leproso para, así, acordarnos que sólo Jesús nos puede salvar de nuestras impurezas, y que estas hay que purificarlas con la confesión antes de hacer la Comunión.