El último llamado del cardenal Zen para China y Hong Kong
En vísperas de la renovación del acuerdo "secreto" entre China y el Vaticano, el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, pasó cuatro días en Roma con la esperanza de poder reunirse con el Papa para explicarle la situación de Hong Kong y la Iglesia en China. Pero nunca recibió respuesta de Santa Marta. “Vine para evitar el nombramiento de un obispo chino prorrégimen en Hong Kong, sería un desastre para las próximas décadas”, dijo a la Brújula Cotidiana. Y sobre el acuerdo con China dice: “Pensar en hacer acuerdos con Pekín es una locura. Es como hacer acuerdos con el diablo, no puedes dialogar, ni aquí ni allá”.
Un cardenal de 88 años atraviesa medio mundo para venir a Roma, para pedir ser recibido por el Papa por un asunto muy delicado, pero no fue recibido. Esto también sucedió en la semana en la que el Vaticano estuvo en las primeras páginas de los periódicos de todo el mundo por el despido del cardenal Angelo Becciu. Y, probablemente, la historia del cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, es incluso más grave que el caso Becciu, al menos en lo que respecta a lo que está en juego para la Iglesia.
Nos reunimos con el cardenal Zen en Roma el sábado por la noche, cuando se habían desvanecido las últimas y tenues esperanzas de una llamada de Santa Marta. Unas horas después abordó el avión que lo trajo de regreso a Hong Kong (desde donde se conectará el sábado 3 de octubre vía videoconferencia para estar presente en la Jornada de la Brújula). Se le habían concedido cien horas en Italia, un permiso especial para encontrarse con el Papa, y a su regreso a la antigua colonia británica tendrá que pasar por el ya clásico período de cuarentena. Un esfuerzo notable, pero regresa a casa con un puñado de moscas, el Papa no tuvo tiempo de recibirlo. Solo logró entregar una carta a Monseñor Gonzalo Aemilius, el secretario personal del Papa Francisco.
En vísperas de la renovación del muy discutido acuerdo entre la Santa Sede y China Popular sobre el nombramiento de los obispos, evidentemente nadie debe molestar al conductor.
Pero no solo está la cuestión del acuerdo sino-vaticano sobre la mesa: “Vine primero por la diócesis de Hong Kong, por el nombramiento del nuevo obispo”, nos dice Zen. Puede parecer extraño anteponer el problema de la diócesis de Hong Kong al acuerdo de la Iglesia en China, pero el nombramiento del nuevo obispo de Hong Kong también será crucial en la relación entre China y la Santa Sede. “Estoy preocupado porque hay movimientos que sugieren que existe la intención de elegir al padre Peter Choi. Sería un desastre para la Iglesia de Hong Kong, un desastre del que se pagarían las consecuencias durante décadas”. La razón es que Mons. Choi es el nombre preferido en Beijing.
El pasado febrero contamos todos los antecedentes de la batalla por el liderazgo de la diócesis de Hong Kong, que desde enero de 2019 no ha tenido un obispo titular. En segundo plano, el enfrentamiento de Beijing para tomar el control total de Hong Kong a pesar de que el acuerdo entre China y el Reino Unido preveía la autonomía del Territorio según el lema "Un país, dos sistemas"; y el acuerdo entre China y la Santa Sede ya mencionado. Ahora estamos a casi dos años de estancamiento: inicialmente parecía obvio el nombramiento como obispo del auxiliar Joseph Ha Chi-shing, pero el nombre fue muy mal recibido en Beijing, pues mostró demasiada simpatía por el movimiento democrático que se rebela contra el golpe del régimen chino.
La cosa quedó suspendida hasta que el pasado mes de febrero circuló la noticia de que la elección recaía en uno de los cuatro vicarios de la diócesis, monseñor Peter Choi Wai-man: nombramiento ya hecho, pero a la espera del anuncio debido al coronavirus. Sin embargo, la pausa también sirve a las autoridades vaticanas para darse cuenta de que el nombramiento del prorrégimen, Mons. Choi, podría dividir la Iglesia de Hong Kong. Y el nombre es retirado, pero se busca una tercera figura para el nombramiento. A un cierto punto, en los meses pasados, surgió el nombre del obispo de Macao, Stephen Lee Bun Sang, como probable nombramiento, pero luego este nombre también desaparece. Ahora existen señales de Roma sobre el regreso de Monseñor Choi. Y deben ser señales bien fuertes y muy grande el peligro de un obispo como Choi, si el cardenal Zen, ha decidido tomar un avión y venir a Roma a pesar de ser muy mayor y tener problemas que le dificultan caminar. Llegó el miércoles, logró entregar la carta al secretario personal del Papa y luego la larga espera, en vano.
Si fuese nombrado Monseñor Choi -aparte de la fuerte reacción que habría en la mayoría de los fieles católicos de la diócesis- sería la capitulación definitiva de la Iglesia ante el poder político chino; significaría que el acuerdo “secreto” firmado hace dos años, en realidad da vía libre a la reina de Beijing. “No bastan las buenas intenciones - dice el cardenal Zen -, hay que entender las cosas, hay que conocer a los comunistas”. Por ello quiso encontrarse con el Papa, explicarle la situación, recurrir a él para que evite este desastre para Hong Kong y para toda la Iglesia. El nombramiento de un obispo prorrégimen, además en una diócesis que no se encuentra dentro del territorio al que se aplica el acuerdo con China, sería una trágica señal para el mundo entero y también para los fieles católicos.
Pero en tanto se ha resignado a ver renovado el acuerdo "secreto" entre la China y la Santa Sede: «A menos que prevalezca el ala izquierda del Partido Comunista Chino - dice el cardenal Zen - que sigue oponiéndose a cualquier tipo de acuerdo: “¿Por qué un acuerdo? Somos nosotros los que comandamos y basta”, así razonan». Pero es solo una diferencia de estrategia: “El gobierno quería que el acuerdo se mantuviera en secreto, para poder imponer cualquier cosa diciendo que el Papa también está de acuerdo”. Al final, el resultado no cambia, el régimen chino decide y la Santa Sede guarda silencio.
“Ni siquiera puedo juzgar el acuerdo - continúa Zen - porque no sé lo que está escrito. Esto también es increíble: soy un cardenal chino y no puedo saber qué ha decidido la Santa Sede para la Iglesia china”. Pero en realidad, cuando se habla del acuerdo sino-vaticano, el cardenal Zen no se detiene: “El acuerdo se refiere al nombramiento de obispos, bueno, en dos años no ha habido ningún nuevo nombramiento. En compenso, con el pretexto del acuerdo fueron reconocidos por la Santa Sede siete obispos excomulgados”. Por no hablar de la intensificación de la persecución contra los católicos, que más de una vez hemos señalado. “La época de las catacumbas ha vuelto”, dice resignado Zen.
El obispo emérito de Hong Kong hace un desesperado llamamiento, que quiere evitar una tragedia para toda la Iglesia: “El comunismo no es eterno - dice Zen - y cuando caiga se encontrará que la Iglesia ha colaborado con este régimen inhumano”. No se pueden hacer acuerdos con este régimen: “Pensar en hacer tratos con Beijing es una locura. Es como hacer acuerdos con el diablo, no puedes dialogar, ni aquí ni allá”.
Las claras palabras del cardenal Zen resuenan con fuerza y es de esperar que atraviesen las habitaciones secretas de Santa Marta, a pesar de la puerta que el Papa cerró en la cara al obispo emérito de Hong Kong.