San Esteban por Ermes Dovico
VATICANO

El Papa: “Adiós a la casa y al sueldo del cardenal Burke”

Fuentes vaticanas han revelado a la Brújula el anuncio hecho a los Jefes de Dicasterio de la Curia Romana: Burke ha sido definido como un “enemigo”. El cardenal aún no ha recibido una notificación formal, pero los precedentes sugieren que no se trata sólo de una amenaza, que de todos modos ya sería grave.

Ecclesia 27_11_2023 Italiano English

“El cardenal Burke es mi enemigo, por eso le quito el piso y el sueldo”. Esto es lo que habría dicho el Papa Francisco en la reunión con los Jefes de Dicasterio de la Curia Romana el pasado 20 de noviembre, y que una fuente vaticana ha revelado a la Brújula Cotidiana. La indiscreción ha sido confirmada posteriormente por otras fuentes. Por lo que sabemos, el cardenal Raymond L. Burke, actualmente en Estados Unidos, aún no ha recibido un acto formal que confirme las palabras del Papa, pero dados los precedentes –el más reciente, el caso de monseñor Georg Ganswein, antiguo secretario personal de Benedicto XVI-, no cabe duda de que a las palabras seguirán los hechos. La dificultad para justificar canónicamente tal medida tampoco supondría ningún obstáculo, dado el desprecio que también ha demostrado el Papa Francisco por las leyes de la Iglesia con ocasión de la remoción de obispos de sus diócesis (véase aquí).

La supuesta enemistad del cardenal Burke se ha convertido en los últimos tiempos en una auténtica obsesión para el Papa Francisco, pero en realidad el cardenal estadounidense ha estado en su punto de mira desde el inicio de su pontificado, probablemente porque encierra algunos de los elementos que más le molestan: es estadounidense y es un recordatorio constante de la doctrina y la Tradición de la Iglesia; y además reside en Roma, a tiro de piedra de la Plaza de San Pedro, desde donde –pensará el Papa- puede “conspirar” contra él.

Ciertamente Burke ha sido muy claro en sus críticas al concepto de sinodalidad, convertido ya en un mantra destinado a cambiar la naturaleza de la Iglesia. Además, en la conferencia “La Babel sinodal” del pasado 3 de octubre –organizada en Roma por La Brújula Cotidiana precisamente la víspera de la apertura del Sínodo sobre la sinodalidad-, habían dado mucho que hablar sus argumentos y su polémica directa con el nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor “Tucho” Fernández, que había llamado hereje y cismático al cardenal Burke y a quienes piden al Papa que “salvaguarde y promueva el depositum fidei”.

Después de todo, llamar la atención al Papa es parte del deber de los cardenales, y el propio Francisco ha alentado repetidamente (de palabra) la parusía. En cualquier caso, el cardenal Burke siempre ha rechazado tajantemente la etiqueta de “enemigo del Papa” que le han querido colgar desde el inicio del pontificado, sobre todo desde que criticó la postura del cardenal Walter Kasper que, en la preparación del Sínodo sobre la Familia de 2014, pidió explícitamente el acceso a la comunión para los divorciados vueltos a casar. Aunque no fue el único que se expresó en este sentido, Burke sufrió una verdadera campaña de demonización, pintado como el director de complots ocultistas contra el Papa Francisco (por cierto, acusaciones que Burke siempre ha rechazado enérgicamente).

Pero antes, en diciembre de 2013, el Papa ya lo había destituido como miembro de la Congregación de Obispos, sustituyéndolo por el cardenal Donald Wuerl, decididamente liberal y, casualmente, vinculado al cardenal Theodore McCarrick, ex abusador en serie. Tras su participación en el libro “Permanecer en la verdad de Cristo” (que además contó con contribuciones de los cardenales Caffarra, Brandmüller, Müller y De Paolis) Burke, que es un canonista de talento, también fue destituido en noviembre de 2014 del cargo de Prefecto de la Signatura Apostólica al que había sido llamado por Benedicto XVI en 2008.

En su lugar, se le confió el cargo de Patrono de la Soberana Orden de Malta, un puesto menor para un cardenal aún joven y en activo. Sin embargo, tras la firma de los Dubia a raíz de la Exhortación postsinodal Amoris Laetitia (2016), las “represalias” contra el cardenal Burke continuaron, y en 2017 se le privó de facto de su cargo de Patrono de la Orden de Malta (pero dejándole el cargo formal), con el nombramiento de un delegado especial del Papa: primero el cardenal Becciu y después, en 2020, el cardenal Tomasi. Aunque no volvió a tener contacto con los miembros de la Orden y no desempeñó ningún papel en toda la problemática renovación de los Estatutos, el cardenal Burke dimitió formalmente en junio de este año al alcanzar la fatídica edad de 75 años, y fue sustituido inmediatamente por el cardenal Ghirlanda, de 81 años, algo que parece una broma.

Para más inri, en los últimos años el Papa Francisco no ha dejado pasar la oportunidad de lanzar pullas personales al cardenal Burke, culminando con la desafortunada (por decirlo suavemente) broma pronunciada mientras el cardenal Burke se debatía entre la vida y la muerte a causa del Covid. La manzana de la discordia era la vacuna, un “acto de amor” según el Papa, que Burke rechazaba por motivos éticos: “Incluso en el Colegio Cardenalicio hay algunos negacionistas”, había dicho el Papa con una sonrisa de satisfacción en la rueda de prensa en el avión al regreso de su viaje a Hungría y Eslovaquia el 15 de septiembre de 2021, “y uno de ellos, pobre hombre, está hospitalizado con el virus”.

La segunda vuelta de Dubia, presentada el pasado mes de julio junto con los cardenales Brandmüller, Sarah, Zen y Sandoval, pero que no se hizo pública hasta el 2 de octubre, sin duda habrá irritado aún más al Papa, que parece haberse desinhibido tras la muerte de Benedicto XVI el pasado mes de enero. Así, el nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fernández, pudo “apuntar” personalmente al cardenal Burke en la mencionada entrevista con el National Catholic Register en septiembre en lo que, en retrospectiva, podría considerarse como una advertencia.

Y ahora llegamos a la decisión anunciada por el Papa de perjudicar directamente al cardenal Burke, quitándole piso y sueldo, una medida grave y sin precedentes, en desafío a todo principio legal y eclesial. Se puede pensar que el verdadero propósito es sacar a Burke de Roma, debilitando el campo de los que se resisten a la revolución en curso mientras se acerca el Cónclave, pero también es una advertencia para los que trabajan en la Curia Romana. El hecho es que el final de este pontificado se parece cada vez más en sus métodos a una dictadura sudamericana.



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