El libro con la entrevista al Papa se podría haber evitado
Teniendo en cuenta el daño causado por las entrevistas del Papa Francisco, resulta sorprendente que el Papa León haya querido participar en el proyecto de una biografía con entrevista, con unas modalidades cuanto menos curiosas y una respuesta a las viejas acusaciones sobre los abusos que deja algunas lagunas.

Como es bien sabido, uno de los aspectos más controvertidos del pontificado del Papa Francisco fue precisamente el capítulo de las “entrevistas”: ya fueran autorizadas o “robadas” (las más sonadas fueron las de Eugenio Scalfari), siempre fueron una fuente de malentendidos, polémicas, huidas hacia adelante, contradicciones… Un verdadero Magisterio de la confusión, en resumen. Con su proliferación se degradó sobre todo el papel del Papa, reducido por un lado a un comentarista cualquiera y por otro a ejercer el Magisterio pontificio principalmente fuera de sus propios instrumentos (encíclicas, exhortaciones, etc.).
El comienzo del Papa León ha mostrado inmediatamente un estilo diferente, mucho más atento a las palabras, a no crear ambigüedades, a evitar salidas que provocaran escándalo o polémica.
Y es también por eso que, en cierto modo, ha sorprendido la publicación de un libro-biografía (León XIV, Ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI, Penguin) la semana pasada, escrito por la periodista estadounidense Elise Ann Allen, con una larga entrevista de 360 grados (fruto de dos largas charlas durante las vacaciones de verano del Papa en Castel Gandolfo). En realidad, León XIV no solo aparece en la entrevista final del libro, sino también en la parte del relato de su vida, comentando las notas biográficas de la autora y ofreciendo más detalles y explicaciones.
La sorpresa es tanto por el hecho en sí como por la forma en que se ha producido. Precisamente por la deriva del pontificado anterior descrita al principio, cabía esperar, al menos inicialmente y en línea con el estilo visto en estos meses, un alto a las entrevistas. Cuando el Papa debe intervenir en materia de fe y moral o en asuntos que afectan directamente a la vida de la Iglesia, ya dispone de instrumentos para hacerlo con autoridad, y en otros temas no es necesario que se exprese, precisamente para evitar ese efecto “comentarista” que tantos problemas creó su predecesor.
Una iniciativa de este tipo resulta singular sobre todo cuando el Papa aún no ha comenzado a “hablar” con hechos: los nombramientos en los dicasterios clave y las decisiones sobre los temas candentes (LGBTQ, China, Sínodo, Misa Vetus Ordo, abusos sexuales, derecho canónico) que han creado en la Iglesia esas polarizaciones que el Papa denuncia también en este libro.
Y aunque León XIV tiene una forma de hablar clara y directa, que no recurre a astucias para hacer pasar sus ideas, el instrumento de la entrevista, por su naturaleza, lleva a expresar conceptos de forma resumida o, en cualquier caso, insuficientemente articulada, de modo que se producen diferentes interpretaciones o malentendidos. Algo que ya se ve también en este libro, con expresiones que dan lugar a debate, por ejemplo, sobre el tema LGBTQ, que en el futuro tendremos ocasión de retomar. Temas sobre los que, por el contrario, sería necesaria una gran claridad por fin.
Hay otro aspecto que concierne a la persona llamada a llevar a cabo este “proyecto”, es decir, una periodista “amiga”, detalle que recuerda mucho a una modalidad discutida del Papa Francisco. En este caso, sin embargo, se trata de una amistad que, como cuenta la propia Allen, nace en el contexto de una batalla contra el Sodalitium Christiane Vitae (SCV), una sociedad de vida apostólica fundada en Perú, cuyo fundador y otros responsables fueron declarados culpables de abusos psicológicos y sexuales. La batalla, por cierto, terminó con la disolución del Sodalitium, que el Papa Francisco firmó en su lecho de muerte.
Este detalle podría explicar una rareza relacionada con esta operación-libro: solo se ha publicado en español (posteriormente se publicará una edición en inglés) y se ha presentado en Perú. Se trata de un hecho sin precedentes: el primer libro-entrevista al Papa que se publica en un solo idioma y muy lejos de Roma. Es curioso que nadie haya destacado la peculiaridad de esta elección y se haya preguntado por qué. El homenaje al país donde fue misionero y obispo no basta para explicar completamente este hecho. Además, el idioma original del libro y de la entrevista es el inglés, por lo que la primera publicación ya es una traducción. Son decisiones realmente singulares.
Quizás aquí el origen de la amistad entre el Papa León y Allen pueda significar algo. Un punto relevante de la biografía es, de hecho, el espacio dedicado al caso de los abusos sexuales en la Iglesia peruana, que en los meses previos al cónclave también había afectado al entonces cardenal Prevost. Como se recordará —porque la Brújula Cotidiana había contado toda la historia—, se habían presentado acusaciones contra él porque, como obispo de Chiclayo, habría encubierto a dos sacerdotes acusados de abusos sexuales.
El libro es también una especie de memorial en el que el Papa, a través del relato de Elise Ann Allen, ofrece su versión. Todo se remonta precisamente a las denuncias de abusos dentro del SCV, que encontraron en el obispo Prevost una persona dispuesta a recogerlas y a librar una batalla sin cuartel contra esta asociación, junto a dos periodistas —Pedro Salinas y Paola Ugaz— que en 2015 publicaron el libro Mitad Monjes, Mitad Soldados, dedicado precisamente a estos abusos. Lo que Allen evita decir es que ella misma, al igual que Salinas, es una desertora del Sodalitium, del que fue miembro hasta 2013, y esto no puede dejar de influir en sus juicios.
Así, las acusaciones formuladas contra Prevost serían la venganza de algunos miembros del SCV, afectados por sanciones canónicas (pero no hay ninguna prueba de ello). En realidad, las acusaciones de acoso contra dos sacerdotes de la diócesis de Chiclayo, dirigida por Prevost, son reales y la propia Allen ha escuchado a la presunta víctima que sacó a la luz la historia de los abusos, Ana María Quispe. La tesis de Allen es que el obispo Prevost registró correctamente las acusaciones, mandó a las presuntas víctimas a un centro de escucha para recibir asesoramiento psicológico y envió toda la documentación a Roma. Y que, por lo tanto, todo el revuelo en torno a esta historia es fruto de la instrumentalización de quienes querían atacar al “enemigo” Prevost.
Al final de la historia, León XIV dice estar muy apenado por las víctimas y lamenta la lentitud de la justicia, que agrava el dolor: “El tiempo transcurrido durante todo este proceso —le dice a Allen— ha hecho que todo sea muy doloroso. Sinceramente, lo siento mucho. Pero en medio de todo esto, como se ha dado a conocer, ha habido mucha manipulación del caso, lo que ha causado un dolor aún mayor a muchas personas, pero sobre todo a ellas. Lo siento mucho. Han sido victimizadas y revictimizadas”.
Incluso no queriendo insistir en este asunto, es inevitable señalar que, también en este libro, Ana María Quispe mantiene que su denuncia no fue seguida de una verdadera investigación en la diócesis; es decir, que aunque el caso fue comunicado a Roma, nadie escuchó a las presuntas víctimas. Y esta circunstancia sigue sin ser desmentida de forma documentada.
En cualquier caso, León XIV afirma que, como Papa, se movió inmediatamente para encontrar una solución a este problema de la lentitud de la justicia, garantizando al mismo tiempo “los derechos de todos”, tanto de las víctimas como de los acusados. Pronto veremos si este compromiso da sus frutos: el caso Rupnik, que ha provocado tanto escándalo y tanto daño a la Iglesia, sigue ahí esperando a ser resuelto.