El equilibrio justo
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. (Mc 2, 17)
Salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Se levantó y lo siguió. Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores». (Mc 2,13-17)
El diablo, como una fiera, está en búsqueda continua de alguien a quien devorar; sin embargo, su libertad también está limitada por la nuestra. Obviamente, si el cristiano cree que no caerá por el simple hecho de no juntarse con pecadores, se engaña. El Señor nos salva ayudándonos a salvar a nuestros hermanos más desfavorecidos, no porque les evitemos a cualquier precio para estar seguros nosotros. Esforcémonos para encontrar el justo equilibrio entre la prudencia de no frecuentar ciertos malos ambientes y nuestro deber de evangelización.