San Juan de Ávila por Ermes Dovico

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO

El encanto del poder humano

Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir.  (Mt 20, 28)

Mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará». Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos». (Mt 20, 17-28)

 

Jesús enseña a los discípulos el verdadero significado del poder, pero a la luz de la voluntad divina. Para Dios, este tiene que estar al servicio de los más débiles. Los cristianos tienen, por tanto, que seguir el ejemplo de Jesús y no el de César o Herodes. Jesús está aparentemente sujeto a los poderosos humanos, Herodes o Pilatos; pero, en realidad, es libre porque no tiene que servir al ego, el propio o el de los demás, al contrario de los demás, que han sido aplastados, teniendo que llegar a sacrificar todo para mantener el poder. Cada uno de nosotros tiene un ámbito en el cual ejercer el poder; por lo tanto, pidamos humildemente al Señor que nunca nos haga sucumbir a la tentación del mal por quererlo mantener a toda costa.