El destino de quien ama el pecado
Y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. (Mt 13, 50)
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí. (Mt 13, 47-53)
Es verdad que todos los hombres pecan trasgrediendo los mandamientos de Dios, pero algunos lo hacen por fragilidad o ignorancia y, en cuanto pueden, piden perdón por sus pecados en el sacramento de la confesión; otros, en cambio, pecan porque aman pecar. Estas personas, al perseverar en el error, son los que mayormente ponen en peligro su salvación eterna porque corren el riesgo de no arrepentirse nunca y de terminar donde, según lo que dice Jesús mismo, habrá llanto y rechinar de dientes. Señor, ayúdanos a reconocer humildemente nuestros pecados para que, así, podamos arrepentirnos sinceramente y esforzarnos a no caer más en la tentación.