El deseo de eternidad
El que coma de este pan vivirá para siempre. (Jn 6, 51)
Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo. (Jn 6, 44-51)
Cada hombre, si es sincero consigo mismo, reconoce que en Jesús y en su enseñanza encuentra la respuesta plena al deseo de eternidad profundamente radicado en su alma. La Palabra de Jesús es capaz de hacer emerger en cada uno de nosotros el sello que el Padre, como Creador, nos ha impreso: Su Imagen. Con el pecado mortal el hombre pierde su semejanza con Dios, pero no con su imagen. Esforcémonos por huir del pecado y confesémonos a menudo para recuperar la semejanza con Dios.