ENTREVISTA / MONSEÑOR MOURAD

El arzobispo de Homs: “Nadie está a salvo en la nueva Siria”

Los sirios sufren la persecución al igual que lo hacían bajo el régimen de Assad, y los musulmanes corren tanto peligro como los cristianos. El testimonio del prelado, amigo y hermano del padre Dall'Oglio, que también fue secuestrado como él: “Si logré escapar de mis secuestradores fue gracias al poder de la oración”.

Libertad religiosa 31_10_2025 Italiano English

La Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, dedicada a socorrer a los cristianos perseguidos en el mundo, ha publicado recientemente el Informe sobre la libertad religiosa 2025, del que también se ha hecho eco en los últimos días la Brújula Cotidiana, en Italia La Nuova Bussola Quotidiana. Con motivo de la publicación del documento que analiza el grado de libertad religiosa en 196 países, la sección italiana de la Fundación ha organizado en Florencia el encuentro público Testigos de esperanza desde la Siria herida, en colaboración con la diócesis local y la asociación “Agata Smeralda”. El invitado de honor del evento ha sido monseñor Jacques Mourad, monje sirio-católico y antiguo abad del monasterio de Sant'Elian, y arzobispo de Homs desde 2023. Ç

Monseñor Mourad tiene una historia interesante a sus espaldas: nació y creció en Alepo en el seno de una familia sirio-católica que huyó en 1915 de Mardin, en la actual Turquía, debido a las persecuciones de los Jóvenes Turcos contra los cristianos, especialmente los armenios (el tristemente célebre genocidio), pero también contra los sirio-católicos, los caldeos, los greco-ortodoxos y los asirios. Tras estudiar Teología en el Líbano, ingresó en la comunidad monástica de Mar Mousa, fundada por el jesuita italiano Paolo Dall'Oglio, secuestrado en 2013 presuntamente por milicianos del Estado Islámico. Cuando fue ordenado sacerdote, Mourad obedeció la petición de su obispo de restaurar el antiguo monasterio de Mar Elian, en la región de Homs, convirtiéndose en su abad. En 2015, él mismo sufrió el secuestro por parte del Estado Islámico, pero tras cuatro meses logró escapar de sus captores.

Al margen del encuentro público, monseñor Mourad ha concedido a la Brújula Cotidiana una amplia entrevista sobre Siria y su experiencia personal como religioso cristiano.

Monseñor Mourad, en una entrevista con la Agencia Fides el pasado 31 de enero, usted hablaba de la grave confusión en la que se encontraba Siria tras la toma del poder por parte del grupo ex qaedista Hayat Tahrir al Sham. ¿Cómo han evolucionado las cosas hoy, casi un año después?
No es fácil dar una opinión, porque la situación es complicada y, sobre todo, porque el nuevo Gobierno no sigue una línea clara: quienes están ahora en el poder adoptan una estrategia de manipulación, es decir, dicen una cosa y hacen otra. Las relaciones con la población no se caracterizan por la franqueza. Para los nuevos gobernantes, la población siria, compuesta en su mayoría por resistentes que han sufrido y han sido perseguidos bajo el régimen de Assad, es una población de flul (aliados en árabe, pero del antiguo régimen) a la que hay que perseguir.

De esta manera, el pueblo sirio ha sufrido antes y sufre ahora...
Sin duda. El pueblo sufre injustamente la venganza contra Assad, y la paradoja es que el nuevo gobierno utiliza los mismos métodos criminales ya experimentados por el antiguo régimen.

Además, el pueblo sirio está gravemente empobrecido: los nuevos gobernantes han despedido a la mayoría de los empleados estatales, dejándolos sin salario. Los pocos a los que se les ha permitido mantener su trabajo reciben su salario en liras sirias, mientras que los recién llegados lo reciben en dólares: sesenta dólares al mes los primeros, quinientos los segundos. Recientemente, el Gobierno ha declarado que a partir del mes que viene las cosas cambiarán y que pagarán a todos por igual. Esperemos que así sea.

Según se ha sabido, el pasado 5 de octubre se celebraron en Siria elecciones para la renovación del Parlamento, elecciones en las que, sin embargo, la mayoría de la población no pudo participar. ¿Votó usted personalmente?
¡No! Nadie votó. Solo un reducido grupo de votantes elegidos por el Gobierno acudió a las urnas para votar a los candidatos elegidos por el Gobierno. No hubo elecciones: fue una farsa para los medios de comunicación.

Usted era amigo y compañero del padre Dall'Oglio, del que se perdió el rastro en 2013. ¿Tiene noticias de lo que le pudo haber ocurrido?
No tengo ninguna noticia. En mi opinión, la historia del padre Dall'Oglio representa una grave injusticia en la faz de la tierra, representa a todas las personas que han sido secuestradas durante décadas en Siria y el dolor de sus familias. La cuestión es que los secuestros continúan hoy en día con gran agresividad. Se necesitará mucho tiempo para que la situación cambie a mejor.

Y tal vez también se necesiten gobernantes diferentes...
Lo que me preocupa es que este Gobierno es del agrado de la comunidad internacional.

¿Por qué cree que es así?
Creo que el deseo de Trump es complacer a Israel, hacer lo que le gusta a Israel.

No es ningún secreto que Hayat Tahrir al Sham tomó el poder en Siria gracias al beneplácito de Turquía, Israel y Estados Unidos...
...y también de Rusia, que convenció a Assad para que abandonara el país y se refugiara en Moscú.

¿Hay alguien que esté a salvo en Siria en este momento?
No. Los musulmanes están en peligro igual o más que los cristianos. Se persigue a los drusos, se persigue a los alauitas, a los chiítas...

¿Y a los kurdos?
No, a los kurdos no los han perseguido, porque son combatientes valientes y armados. No olvidemos que fueron los kurdos quienes derrotaron al ISIS en el noreste de Siria.

En 2015 usted fue secuestrado precisamente por milicianos del Estado Islámico. ¿Ha reconocido a alguno de sus secuestradores entre los nuevos gobernantes de Siria?
No, los que están ahora en el Gobierno forman parte de Hayat Tahrir al Sham (HTS), que proviene de al Nusra, a su vez la filial siria de Al Qaeda. El ISIS y al Nusra son enemigos, luchan entre sí.

Sin embargo, en el caos de la nueva Siria parece haber sitio también para el ISIS, cuyos objetivos no parecen muy alejados de los planes del gobierno de HTS: por ejemplo, la eliminación de las minorías religiosas parece ser una característica común a ambas formaciones.
La diferencia es que el ISIS lleva adelante el proyecto del califato islámico, es decir, un reino en el que la comunidad de creyentes en Alá, la umma islamyia, estará sometida a un único soberano. Al Nusra, y por lo tanto HTS, aspiran en cambio a difundir la ley islámica en todo el mundo, respetando sin embargo los distintos países.

Volviendo a los cuatro meses y veinte días de su cautiverio, ¿cuál fue el mayor sufrimiento al que tuvo que enfrentarse cuando se encontró en manos de sus secuestradores?
Sin duda, el sufrimiento psicológico. Los dos primeros días me golpearon duramente, pero el sufrimiento psicológico es más fuerte y peligroso que el físico. Tengo que admitir que el ISIS tiene una forma muy bien probada y eficaz de ejercer presión psicológica. Al principio me amenazaban con decapitarme si no me convertía al islam, ya que para ellos convertir a un sacerdote católico habría sido un gran logro. Cuando se dieron cuenta de que este método no funcionaba, me enviaron a un hombre muy amable y respetuoso, que me contó la historia de un pastor anglicano convertido al islam que se había convertido en un maestro respetado y tenía cuatro esposas. Sin embargo, esta estrategia tampoco funcionó.

¿Alguna vez tuvo la tentación de ceder?
Por supuesto, es normal. No solo de ceder, sino también de sentirme abandonado por Dios. Cuando experimentaba este sentimiento, rezaba el rosario mentalmente, porque cuando me secuestraron no llevaba uno conmigo. Al principio, cuando me golpearon con fuerza, cedí al dolor físico y a la sensación de abandono, y fue la única vez que lloré. Luego dormí dos horas y me desperté cantando la oración de Santa Teresa de Ávila —“Nada te turbe, nada te espante”— en árabe, idioma en el que nunca la había recitado. Lo vi como una señal de que el Señor no me había abandonado, un regalo gratuito que me dio la fuerza para seguir adelante.

¿Qué podemos hacer nosotros, el mundo occidental, por Siria?
Rezar. Necesitamos unirnos todos en la oración: estoy convencido de que la oración es la verdadera fuerza capaz de salvar el mundo. Mientras estaba prisionero y rezaba por todos, tuve el don de sentir la oración de muchos que suplicaban a Dios por mí. Si logré escapar de mis secuestradores fue gracias al poder de la oración.

¿Tiene miedo hoy?
No. He llegado a la convicción de que, si muero por la fe, no seré ni el primero ni el último. Además, como dice San Pablo cuando habla de su propia muerte, estamos con Jesús, ¿qué más podemos pedir? Si la muerte es el camino para estar con Jesús, es hermoso.