MILAGROS HOY

“Dios ha pasado por nuestra casa gracias a Santa Rita”

Una mujer y madre de Milán cuenta la increíble curación de su marido, que se encontraba entre la vida y la muerte. Una gracia obtenida gracias a la intercesión de la santa de las causas imposibles, que acudió a su a cuyo Santuario de Milán acudía para rezar sin descanso. Pero el verdadero milagro llegó incluso antes de la curación: “La esperanza y la paz que obtuve mientras rezaba son inexplicables: Dios me hizo comprender que justo dentro de ese dolor Él estaba con nosotros y nos amaba completamente”.

Ecclesia 21_05_2022 Italiano

Santa Rita es sin duda una de las santas más conocidas. Su historia llena de milagros y manifestaciones extraordinarias de lo divino es la razón por la que el mundo la define como defensora de las causas imposibles: y es que la santa ha realizado curaciones, conversiones y milagros de todo tipo.

Sin embargo, hay un aspecto de santa Rita que es menos conocido y que nos habla de una santa muy humilde, completamente escondida en Jesús, que ayuda a la gente a vivir lo cotidiano, a soportar las penas de la vida y a tener paciencia en situaciones en las que sería fácil perderla. Y sobre todo, a permanecer alegres y confiar en la voluntad de Dios siempre, en cualquier circunstancia de la vida.

En resumen, se puede decir que tanto cuando realiza grandes milagros como cuando acompaña silenciosamente a sus protegidos en la vida cotidiana, santa Rita tiene una única misión: llevar a los hombres a Dios y a Dios a los hombres.

Esto es lo que le ha ocurrido a Giusy, madre, esposa y devota de santa Rita, que visitaba con frecuencia su Santuario en Milán y que cuenta: “Mi familia y yo hemos sido testigos de una gracia muy grande y desde ese día podemos decir: ¡Dios ha pasado por nuestra casa!”.

Giusy, cuéntenos...
Permítame decir que estoy casada con Carlo y juntos tenemos una niña de doce años, y fue a través de mi marido que la Gracia ha tocado nuestra familia.

Empecemos por el principio... ¿qué sucedió?
En el 2017 todo parecía ir bien hasta que un día mi marido empezó a tener algunos síntomas de gripe. Cosas menores: algunos estornudos y un leve dolor de cabeza. Sin embardo, una noche empeoró rápidamente sin ninguna explicación aparente. Carlo siente un dolor insoportable en la clavícula, no podía hablar, y me hizo un gesto para que lo llevase al hospital. Era el 12 de noviembre de 2017, una fecha que ya no podemos olvidar.

¿Por qué?
En pocas horas a mi marido le diagnosticaron simultáneamente pericarditis, miocarditis, infección hepática y renal, infección de la vesícula biliar y una pleuritis grave. Me dijeron que si no se moría por la infección, se habría ahogado en el mismo líquido que su cuerpo producía y derramaba en los órganos para “apagar” la infección.

Disculpe, ¿su marido tenía Covid?
En realidad el diagnóstico inicial fue un simple virus de la gripe, también porque el Covid estaba muy lejos. Pero en retrospectiva creemos que mi marido fue el paciente 0 de Covid en Italia. Más tarde nos dijeron que sólo cinco personas habían estado en su trágica situación y que de estas cinco sólo él había sobrevivido.

¿Qué pasó después?
Los médicos le hicieron de todo, incluso le “exprimieron” manualmente los riñones y el hígado, además de una práctica muy dolorosa llamada toracocentesis para drenar el líquido de los pulmones que lo estaba asfixiando literalmente. A pesar de todo, nada parecía surtir efecto en él, y los médicos no podían explicar por qué. A pesar de estar siendo bombardeado con dosis masivas de antibióticos la infección no daba señales de remitir.

Hasta aquí el lado clínico de la historia, pero ¿cómo reaccionó usted, Giusy, ante el hecho de que su marido fuera a morir en cualquier momento?
De repente me sentí catapultada al infierno, en pocas horas mi marido quedó suspendido entre la vida y la muerte y permaneció allí no uno o dos días, ¡sino más de tres meses! Comencé a aferrarme a mi fe con todas mis fuerzas: le rogué a Dios que lo dejara vivir, recé hasta el cansancio. Pedí oraciones a todo el mundo, supliqué a todas las personas que conocía, incluso a las que no conocía, que rezaran para que mi marido se salvara y viviera.

¿Cómo entró en juego santa Rita?
El tiempo que no pasaba en el hospital o en el trabajo lo pasaba en la iglesia, en el Santuario de santa Rita en Milán. Rezaba día y noche. Santa Rita era una santa totalmente discreta y humilde conmigo, no se atribuía ningún mérito, pero su intercesión ante Dios ha sido muy poderosa.

¿Puede darnos un ejemplo?
Aunque estaba destrozada por el dolor, empecé a darme cuenta de que no estaba desesperada, al contrario, había una fuerza y una esperanza dentro de mí que ni siquiera yo podía explicar, en el dolor era feliz. Mi forma de rezar también cambió por completo y en lugar de maldecir la dolorosa situación que me había ocurrido, me encontré bendiciendo a Dios y agradeciéndole su infinita bondad. Incluso me encontraba riendo con los médicos y las enfermeras para calmar la situación. Lo hacía especialmente por mi hija.

¿Cómo reaccionó su hija?
Nuestra hija sólo tenía 8 años y estaba claramente aterrorizada ante la idea de perder a su padre. Pero ella también recibió gracias del Cielo.

¿Como por ejemplo?
A veces ocurría que mi marido tenía un ataque al corazón u otras complicaciones por las que veíamos la muerte de frente, así que no me separaba de su cama hasta la noche. En la oscuridad, recibía una llamada telefónica de alguna madre a la que quizá sólo conocía de vista para decirme que la pequeña estaba con ellos y que no tenía que preocuparme por nada porque se quedaría a dormir. Al día siguiente la encontraba lavada y cambiada en el colegio. Recibí ayuda de todas partes, se creó una cadena de solidaridad inimaginable a mi alrededor, realmente vi con mis propios ojos de lo que es capaz la Providencia. Me emociono hasta las lágrimas cada vez que lo pienso.

¿Y su marido?
Créame cuando le digo que el primero que me dejó sin palabras fue mi propio marido. Estaba completamente confiado y en paz: cuando recuperó las fuerzas para comunicarse me reconoció que, incluso en los momentos de mayor oscuridad, no rezaba por sí mismo, sino que rezaba por su familia: “Señor, lo acepto todo”, decía, “sólo te pido por mi mujer y, sobre todo, por mi hija, que es pequeña y puede que aún necesite a su padre durante algunos años”.  Y cuando yo, presa de alguna crisis emocional, le decía: “¿Pero por qué te pasa esto a ti?”, él siempre respondía: “¿Y quién soy yo? ¿Por qué no yo?”. Fue él quien me dio la fuerza. Y le aseguro que mi marido nunca ha sido de los que van a misa diaria y llevan el Rosario en la mano... ¡Dígame usted si esto no es un verdadero milagro!

Pero no fue el único... ¿verdad?
Después de casi cuatro meses y varios hospitales visitados, un día, mientras rezaba en el santuario de santa Rita, tuve una iluminación: decidí cambiar a mi marido de hospital a pesar de la opinión contraria de todos.  Médicos, enfermeras, familiares, amigos... Todos me decían que era demasiado arriesgado e incluso inútil en esa situación.

¿Y qué hizo?

Cambiamos de hospital e incluso entonces la mano de Dios obró con infinita misericordia. Nos recibió una doctora que era realmente una mujer enviada del cielo: se tomó muy en serio el caso de  mi marido y trató de hacer lo imposible. Lo examinó e inmediatamente decidió suspender toda la medicación que Carlo estaba tomando. Entonces empezó un nuevo tratamiento desde cero, sabiendo perfectamente que en su estado podía morir en cualquier momento. De forma increíble e imprevisible el tratamiento surtió efecto y en un mes aproximadamente mi marido salió del hospital. Pero si realmente quiere saber la verdad... ningún médico puede explicar cómo Carlo pudo recuperarse y cómo puede seguir viviendo con las secuelas que tuvo, especialmente en el corazón. Un día, un médico vio su historial clínico y le dijo: “¿Ustedes creen en Dios? Si no creen, deberían empezar a hacerlo porque si Carlo está vivo es sólo gracias a Él”.