Demasiado conservador y demasiado progresista
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos. (Jn 7,45)
Algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Este es de verdad el profeta». Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?». Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?». Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos». Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas». Y se volvieron cada uno a su casa. (Jn 7, 40-53)
En aquel tiempo, Jesús era “demasiado conservador” para los fariseos y “demasiado progresista” para los sacerdotes saduceos. Por una vez, las dos facciones rivales se alían porque no pueden soportar ni siquiera la posibilidad de que Jesús sea verdaderamente el Hijo de Dios, dado que, en tal caso, tendrían que haber revisado toda su “sabiduría” a la luz de Su predicación. De hecho, Jesús no había venido para abolir, sino para dar cumplimiento a la Ley. Bien pensado, lo que los fariseos y los saduceos buscaban defender no era la voluntad de Dios, sino su manera de entenderla. Hay que obedecer a la Palabra de Dios interpretándola correctamente gracias a la Tradición perenne de la Santa Iglesia.