Confiar en la misericordia
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» (Lc 23,42)
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo:
«En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
(San Lucas 23,35-43)
Ante las provocaciones de los jefes y los soldados, Jesús no responde. Las únicas palabras que pronuncia están dirigidas al segundo condenado, que reconoce la justicia de la pena impuesta por el mal cometido y suplica a Jesús que se acuerde de él cuando entre en el Reino de los Cielos. Su petición es aceptada porque expresa tanto un humilde reconocimiento de su culpa como una completa confianza en la misericordia divina. Al igual que el buen ladrón, también nosotros podemos confiar en el poder de Jesús para rechazar la última tentación de la desesperación y acceder a la salvación. ¿Eres capaz de reconocer con humildad tus culpas y las consecuencias de tus errores? ¿Confías en la misericordia de Jesús en los momentos de sufrimiento y tentación?
