“Canonizar a monseñor Câmara significaría canonizar el comunismo”
Monseñor Hélder Câmara podría ser declarado venerable en breve. El prelado fue protagonista de la teología de la liberación, benévolo con la URSS y China, y además en su diócesis se planeó la lucha armada revolucionaria. Un “santo mediático e ideológico”, y no tanto religioso, como explica a La Brújula Julio Loredo, presidente de la red italiana Tradición, Familia y Propiedad.
Un paso decisivo para la causa de beatificación de monseñor Hélder Câmara (1909-1999), el “obispo rojo” brasileño que pronto podría ser declarado venerable. Así lo ha anunciado el arzobispo Fernando Saburido, su sucesor en la archidiócesis de Olinda y Recife, en la que estuvo Câmara entre 1964 y 1985. Prelado sui generis, se puso del lado del ala más progresista de los Padres conciliares y luego, cuando terminó el Concilio, ansió un Vaticano III que superara al segundo (naturalmente hacia la izquierda). Protagonista de la teología de la liberación, en el plano político fue decididamente benévolo con las dictaduras comunistas, desde la Unión Soviética a China, pasando por Cuba, siempre bajo la bandera de la “defensa de los pobres” con la que se identificó propagandísticamente en vida y en muerte. Si monseñor Câmara ascendiera algún día a los altares, sería un modelo, como mínimo, controvertido. Tradición, Familia y Propiedad (TFP), una red de asociaciones nacida en Brasil de la obra de Plinio Corrêa e Oliveira (dirigente católico y comprometido en la “batalla cultural” en posiciones opuestas a las de monseñor Câmara), “trabaja” con la esperanza de que se suspenda la causa de beatificación del prelado. Julio Loredo, presidente de la TFP italiana, habla de ello en La Brújula Cotidiana.
Señor Loredo, ¿podríamos llegar a tener un “obispo rojo” en los altares?
Hélder Câmara fue una figura clave del progresismo eclesial desde los años 30 hasta su muerte, protagonista del giro a la izquierda de la Acción Católica en Brasil. La teología de la liberación también surgió como parte de este proceso. Además, en las décadas de 1950 y 1960, desempeñó un papel central en el relevo (generacional, pero también ideológico) del episcopado brasileño, favoreciendo el nombramiento de prelados progresistas junto con el nuncio de la época, monseñor Armando Lombardi.
Una parábola que empezó, sin embargo, desde el frente opuesto...
Y no como simple militante: era el número dos del partido pronazi Acción Integralista Brasileña, fundado por Plinio Salgado. Cuando fue ordenado sacerdote en 1931 llevaba el uniforme de la milicia integralista bajo la sotana. Gracias a un estudio de Plinio Correa de Oliveira, que demostró su incompatibilidad con la doctrina católica, se retiró el apoyo eclesiástico al movimiento, que posteriormente fue ilegalizado por el presidente Getulio Vargas. Tras la disolución y el exilio de Salgado, Câmara inició su giro ideológico a la izquierda –que hemos descrito al principio- hacia la teología de la liberación y la constitución de comunidades eclesiales de base (CEB), prefiguradas por el pedagogo marxista brasileño Paulo Freire, inspirador del Movimento de Educação de Base.
¿Cómo se movió monseñor Câmara durante el Concilio?
Aunque nunca habló en la sala, fue absolutamente fundamental entre bastidores del Vaticano II. Fue él quien coordinó las reuniones entre exponentes del ala progresista (curiosamente, también venía de Brasil el empuje del frente tradicionalista, gracias a las reuniones coordinadas por Plinio Correa de Oliveira de las que surgió el Coetus Internationalis Patrum). Durante estos años, monseñor Hélder, ya parte integrante de la teología de la liberación, llevó adelante la disidencia del magisterio incluso en el plano moral, hasta la crítica de la Humanae Vitae de Pablo VI y la defensa del aborto.
¿Fue más político que obispo?
En 1969 pronunció un famoso discurso en Nueva York en el que apoyaba el comunismo internacional. Defendió a la URSS y a la China de Mao. Uno de los episodios más chocantes se remonta a 1968: el documento Comblin. En junio de 1968, se filtró este documento que planeaba una revolución comunista armada en Brasil. Joseph Comblin era un sacerdote belga, profesor en el instituto teológico de Recife, y por tanto en la diócesis y bajo la égida del obispo Câmara, que no negó la autenticidad del documento, limitándose a decir que no era oficial. El proyecto contemplaba, por ejemplo, la abolición de la propiedad privada, las fuerzas armadas, la censura de la prensa, la radio y la televisión, y los tribunales populares. Básicamente una revolución bolchevique en Brasil. Correa de Oliveira recogió 2 millones de firmas pidiendo la intervención de Pablo VI para bloquear esta infiltración marxista en la Iglesia brasileña, pero no recibió respuesta.
Todo lo contrario: el controvertido prelado permaneció en el cargo hasta la edad canónica de 75 años…
En 1984, Juan Pablo II nombró a su sucesor José Cardoso Sobrinho, que intentó poner orden en la diócesis, llegando a cerrar el instituto teológico y creando otro. Ese mismo año salió la instrucción vaticana Libertatis Nuntius, que condenaba los aspectos externos de la teología de la liberación, pero era como cerrar el establo con los bueyes ya huidos.
¿Y él personalmente nunca se retractó de sus posiciones?
No consta. Y a su muerte, en agosto de 1999, disfrutó de una especie de canonización mediática. Algunos periódicos italianos titularon: “Profeta de los pobres”, “Santo de las favelas”, “Voz del Tercer Mundo” e incluso “San Hélder de América”.
Una “fama de santidad” ideológica, más que religiosa…
Una eventual canonización de Hélder Câmara sería la canonización del comunismo, de la teología de la liberación, de la disidencia. Le llaman el “santo de los pobres” pero defendía regímenes que provocan pobreza, como resumió Indro Montanelli: “La izquierda ama tanto a los pobres que cada vez que llega al poder, aumenta su número”. Con respecto a la “falsificación de la fe cristiana” operada por la teología de la liberación, Benedicto XVI dijo que “también hay que oponerse a ella por el bien de los pobres y por el servicio que hay que prestarles”.