Calla en nosotros
¡Cállate y sal de él! (Mc 1, 25)
Y entran en Cafarnaún y, al sábado siguiente, entra en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea. (Mc 1, 21-28)
La acción del maligno es ruidosa, espectacular y un fin en sí misma, destinada a la búsqueda del prodigio sin significado. La suya sí que puede ser revelación de la identidad de Jesús, pero de furtivo y esclavo, no de heraldo fie. Está dirigida a distraer y no a convencer, a desviarnos para que no encontremos a Jesús en la cotidianidad del presente. Es una irrupción para tentarnos a huir de nuestra responsabilidad de responder a la llamada de Dios. Es por esto que el Señor, antes de echar al espíritu inmundo, le impone el silencio. Jesús, calla en nosotros esas voces malignas de la distracciones cuando nos llamas a rezarte.