Así Biden irrita a Moscú y también perjudica a Europa
Son demasiadas las declaraciones fuera de lugar de Biden sobre Putin como para considerarlas meros lapsus de estilo: parecen tener el objetivo de endurecer a Moscú aplazando el inicio de negociaciones con el riesgo de provocar una aceleración de un conflicto que amenaza con desbordar a Europa. De nuevo surge la divergencia de intereses que separa desde hace tiempo a EE.UU. de Europa y la escasez de una UE que prefiere dejarse “comisionar”.
Las ya periódicas metidas de pata, o supuestas tales, del presidente Joe Biden, están socavando la unidad entre Estados Unidos y Europa sobre la guerra de Ucrania y la posición con Rusia surgida en los últimos días en las cumbres de la OTAN y el Consejo Europeo de Bruselas. “Por el amor de Dios, este hombre no puede permanecer en el poder”, dijo Biden en Polonia, horas después de acusar al presidente ruso de ser “un carnicero”.
Es posible que se haya inspirado en algún ministro europeo que había definido a Putin como “el animal más atroz” pero, dadas las debidas proporciones, las frases de Biden han tenido un eco muy amplio que ha obligado a muchos, a ambos lados del Atlántico, a rectificar o distanciarse de la Casa Blanca. Un portavoz precisó que el presidente no se refería al poder de Putin en Rusia sino al poder que quiere ejercer el presidente ruso sobre los países vecinos y el secretario de Estado Anthony Blinken precisó que Washington no tiene un plan de cambio de régimen en Moscú. Rectificaciones ineficaces que no logran ocultar la incompetencia del presidente estadounidense que habla de su homólogo ruso como si se tratase de Saddam Hussein, Muhammar Gaddafi o Bashar Assad, que hay que sacar del medio.
Citando a exfuncionarios y analistas, el Washington Post señaló que las palabras de Biden plantean graves implicaciones para la capacidad de Estados Unidos para ayudar a poner fin a la guerra o evitar su ampliación. Samuel Charap, experto ruso de Rand Corporation, cree que las declaraciones de Biden exacerban en Rusia “la percepción sobre las amenazas que existen en relación con las intenciones estadounidenses. Los rusos podrían estar mucho más inclinados a cometer gestos hostiles en respuesta, incluso más de lo que ya existen”.
Al fin y al cabo, las declaraciones fuera de lugar de Biden contra Putin (también definido en las últimas semanas como “un asesino” y “un criminal de guerra”) son quizás demasiadas para considerarlas simples y frecuentes lapsus de estilo, inapropiadas, pero no intencionales. Es imposible no darse cuenta de que estas declaraciones parecen tener el objetivo de endurecer a Moscú, retrasando el inicio de negociaciones concretas y corriendo el riesgo de acelerar o ampliar un conflicto que amenaza con arrollar a Europa.
Después de todo, a Washington le interesa una guerra prolongada que vería debilitar rápidamente a Europa, el eterno rival económico y comercial de Estados Unidos y hoy el ángulo más rico del mundo. Hay quienes ahora hablan abiertamente de un duelo en acción en la Administración, que vería por un lado a la Casa Blanca y el Departamento de Estado apuntando a reforzar el desafío militar de Moscú y por otro al Pentágono empeñado en amortiguar los tonos belicosos; impidiendo, por ejemplo, que se agreguen aviones de combate, tanques y artillería a las armas antiaéreas y antitanque suministradas a las tropas de Kiev.
Cabe destacar que, si la guerra en Ucrania ha hecho que la popularidad de Biden se desplome aún más: hoy en día solo el 40% de los estadounidenses aprueba su trabajo frente al 55% que lo desaprueba. Una encuesta publicada por NBC News muestra que siete de cada 10 estadounidenses tienen poca fe en la capacidad del presidente para manejar el conflicto. Y un número aún mayor, ocho de cada diez, temen que la guerra provoque un aumento de los precios de la energía e incluso pueda conducir a la participación de armas nucleares. Y la encuesta se realizó entre el 18 y el 22 de marzo, es decir antes del viaje de Biden a Europa y de las últimas declaraciones que tanta polémica han despertado.
En Europa el primero en alzar la voz para afirmar que no considera a Putin un carnicero fue el presidente francés Emmanuel Macron, quien cada vez está más intranquilo ante las agresivas declaraciones que dispensa públicamente Washington, cada vez que parece abrirse la posibilidad de negociaciones concretas entre los dos países beligerantes. “Este no es el momento de alimentar una escalada ni de palabras ni de acciones”, advirtió Macron, apuntando a una nueva reunión con Putin para retomar el hilo de las negociaciones. “No buscamos un cambio de régimen, son los ciudadanos rusos los que deciden si lo quieren o no”, dijo el alto representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell. “Lo que queremos es evitar que continúe la agresión y detener la guerra de Putin contra Ucrania”.
Incluso el aliado más leal de la OTAN, Gran Bretaña, se distanció de Biden con el ministro de Educación, Nadhim Zahawi; mientras que el locuaz Boris Johnson no dijo una palabra sobre las afirmaciones exageradas del presidente estadounidense. E incluso el gobierno turco del belicoso Recep Tayyp Erdogan también le ha tapado los oídos a Washington. “Si todos queman sus puentes con Rusia, ¿quién hablará con ellos al final?”, se lee en un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ankara.
La historia vuelve a subrayar la divergencia de intereses que separa desde hace tiempo a Estados Unidos de Europa y la escasez de una UE que, en lugar de tomar iniciativas (ya en años anteriores) para resolver la guerra en Ucrania iniciada hace ocho años y no hace un mes, prefirió dejarse “dirigir” por EE.UU. para la tutela de sus intereses estratégicos.
La presencia de Biden en el Consejo de Europa no apareció como la cortesía que una gran potencia otorga a un distinguido invitado sino como un homenaje a quienes han venido desde ultramar a dictar los términos y condiciones de nuestro vasallaje. Y los resultados, a nivel político, estratégico, económico y energético, están a la vista de todos.