Amar a los cercanos, antes de los lejanos
Id a las ovejas descarriadas de Israel. (Mt 10, 6)
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano;Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos». (Mt 10, 1-7)
Jesús llama a los doce apóstoles, enviándolos (“apóstol” en griego significa “enviado”) a los hombres para predicar el evangelio. Jesús les ordena que empiecen con los judíos, es decir, con los pertenecientes al pueblo elegido. A menudo es más fácil amar a los que están lejos más que a los que están cerca, puesto que de ellos conocemos sobre todo sus méritos, mientras que de los cercanos sabemos también sus defectos. Comprometámonos en amar, primero de todo, a los que el Señor nos ha puesto cerca, para que no nos suceda que, por ir hacia los lejanos, nos olvidemos de los cercanos.