DIPLOMACIA

Vaticano y China hacia la normalización. Una apuesta peligrosa

El cardenal Zuppi irá a China para mediar sobre la guerra en Ucrania. Pero para el futuro, se están haciendo planes para la apertura de una “oficina de enlace permanente de la Santa Sede en China”. Un camino para intentar normalizar las relaciones, en detrimento de Taiwán.

Ecclesia 25_07_2023 Italiano

La noticia del momento en los medios que siguen la información vaticana es el próximo viaje del cardinal Matteo Maria Zuppi a Pekín. Al respecto no existe una comunicación oficial sobre la nueva misión del presidente de la conferencia episcopal italiana, pero la misma fue confirmada por el cardenal Pietro Parolin en un encuentro informal, off the record, realizado entre los periodistas acreditados ante la Ciudad del Vaticano y el Secretario de Estado de la Santa Sede.

¿Cuál es el objetivo de la visita? Después del viaje a Ucrania, Rusia y Estados Unidos, el arzobispo de Boloña estaría listo para visitar la China comunista, para continuar con sus esfuerzos por la paz a través de una “misión humanitaria”.  Se habló de un viaje a Pekín como parte de la misión por la crisis de Ucrania inmediatamente después de la reunión en Washington con el presidente Joe Biden. Ahora existe la confirmación. No se trata solo de reconocer el papel indiscutible que puede jugar Pekín en la crisis ucraniana, teniendo en cuenta también el discreto apoyo que China está ofreciendo a Rusia. Más bien, es un reconocimiento del papel internacional de Beijing tout court, lo cual no es una novedad teniendo en cuenta que la Santa Sede y China continental no tienen relaciones diplomáticas. Obviamente no sería la primera vez que funcionarios del Vaticano viajan a China, pero hasta ahora por misiones especiales vinculadas a conversaciones sobre la situación de la Iglesia en China o para participar en conferencias internacionales.

Aún no se conoce la fecha exacta del viaje, pero los ambientes vaticanos ya lo consideran un hecho, pues la República Popular China habría confirmado su disponibilidad. Falta concretar la modalidad de la visita y quién recibiría al también hombre de sant’Egidio. Una comunidad que no resulta hostil para el régimen comunista. En todo caso, el valor que se le atribuya a esta visita del cardenal Zuppi dependerá mucho de China; de quién lo recibirá y de cuánto tiempo le concederán.

Igualmente, resulta imposible imaginar una visita del “enviado del Papa” a Pekín sin atribuirle una “misión política” relacionada con las relaciones bilaterales entre China y la Santa Sede, especialmente después de que el Papa Francisco hiciera un gesto extremadamente conciliador al reconocer a Giuseppe Shen Bin como obispo de Shanghái, designado unilateralmente por el régimen chino el pasado mes de abril.

Como se recordará, el anuncio del nombramiento estuvo acompañado de una entrevista ad hoc con el cardenal secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, quien auspiciaba sobre todo que Pekín no procediera de nuevo con los nombramientos unilaterales de obispos, en violación de los acuerdos provisionales secretos firmados en 2018 y renovados en 2020 y 2022. Parolin también indicó tres cuestiones por resolver a través del diálogo con el gobierno chino: “la Conferencia Episcopal, la comunicación de los obispos chinos con el Papa y la evangelización”. Pero, sobre todo, lanzó una propuesta tan audaz como peligrosa, “la apertura de una oficina de enlace estable de la Santa Sede en China”.

Así que presumiblemente esto es parte de la agenda que el cardenal Zuppi quisiera abordar con las autoridades chinas. El hecho de que haya sido el cardenal Parolin quien dio los temas y anunció el viaje significa que quiere subrayar que todo transcurre en armonía y bajo la dirección de la Secretaría de Estado y no pasando por encima, pero sobre esto hablarán los hechos.

El hecho es, sin embargo, que la propuesta de abrir una oficina vaticana en Pekín suena como un intento de iniciar un camino que conduzca a la normalización de las relaciones diplomáticas y el traslado de la nunciatura de Taiwán a China continental. Una jugada arriesgada dado que hasta el momento el régimen comunista no ha dado ninguna señal de interés en este tipo de diálogo y, de hecho, con sus acciones demuestra todo lo contrario.

Vale recordar que Pekín ha establecido dos condiciones para restablecer las relaciones con la Ciudad del Vaticano: que la misma “no interfiera en asuntos religiosos en China” y que, de acuerdo con la política de One China de Pekín, rompa sus lazos diplomáticos con el gobierno de Taiwán. Una relación que inició en 1942 y que se consolidó nueve años después, luego de la expulsión del arzobispo Antonio Riberi de Pekín y que llevó a establecer definitivamente la nunciatura en Taipei.

Como hemos recordado en repetidas ocasiones, el verdadero problema consiste en la falta de voluntad por parte del régimen comunista de conceder siquiera un mínimo de libertad a los católicos chinos para seguir su fe en comunión con la Iglesia universal (las persecuciones incluso se intensificaron tras la firma de los acuerdos de 2018), frente a una Santa Sede que en cambio está dispuesta a concederlo todo, como también ha denunciado repetidamente el obispo emérito de Hong Kong, el cardenal Joseph Zen.

A pesar de la retórica del régimen de la China comunista, la realidad es que Taiwán no sólo es un país autónomo con una democracia que respeta los derechos humanos y, por ende, respeta las libertades religiosas; en el mundo chino, es el único aliado confiable para una Iglesia que sufre una vertiginosa e indetenible sinización. Es esa luz de libertad que debería ser protegida y fortalecida para que ilumine a todo el pueblo chino, no al contrario.



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