Una respuesta enérgica
Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. (Mt 5,39)
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas». (Mt 5,38-42)
El objetivo final de Jesús es el de conducir a los discípulos a amar a los demás hombres como a sí mismos incluso, y sobre todo, cuando estos no son amables. Según esto, debemos estar dispuestos a secundar la inspiración divina del ofrecer la otra mejilla, si mostrarnos dóciles con quién nos ofende es más útil para su salvación que defendernos. Aun así, se trata de consejos, no de órdenes y el mismo Jesús a veces se ha defendido con fuerza de las acusaciones. Por ejemplo, en el juicio delante del Sinedrio, al que le abofeteó no le respondió ofreciendo la otra mejilla, sino declarando la injusticia de quien le había perseguido. Intentemos, entonces, entender en qué momentos es bueno no reaccionar a las ofensas y en cuales, en cambio, es mejor para todos, ofendidos y ofensores, responder con una repuesta enérgica.