Santa Teresa de Ávila por Ermes Dovico
DEVOCIÓN

Una ciudad italiana revive la veneración de la reliquia de la Preciosa Sangre de Jesús

Terni, ciudad de la región más central de Italia, acoge las celebraciones de la fiesta de la reliquia de la Preciosísima Sangre conservada en la catedral. Hablamos en este artículo del vínculo con san José de Cupertino, que veneraba la preciosa reliquia, y de la ciudad liberada de la peste, para redescubrir de este modo una devoción fundamental.

Ecclesia 23_09_2024 Italiano English

Durante estos días de septiembre, en Terni, Umbría (región del centro de Italia), han tenido lugar diversos actos relacionados con la fiesta en honor de la Preciosísima Sangre de Jesús y su reliquia custodiada en la catedral de Santa María Asunta. A nivel litúrgico, las celebraciones culminaron el domingo 22 de septiembre con la Misa presidida por el obispo Francesco Antonio Soddu, que bendijo a los fieles con la reliquia. Se trata, en su núcleo esencial, de “una cruz pectoral que en la parte transversal lleva una astilla de la Vera Cruz de Cristo y en la parte longitudinal, en una pequeña ampolla, unas gotas de la sangre de Jesús”, explica don Alessandro Rossini, párroco de la catedral de Terni.

Una reliquia cuya autenticidad está atestiguada históricamente, sustancialmente, por un episodio protagonizado por un célebre místico, san José de Cupertino (1603-1663). El patrón de los estudiantes era un gran amigo del cardenal Francesco Angelo Rapaccioli (1605-1657), que le profesaba una especial veneración. Un día, el cardenal fue a Asís para reunirse con Fray José. El encuentro tuvo lugar cerca de la basílica de San Francisco ante varios testigos que acompañaban tanto al cardenal como al fraile menor conventual. En cuanto los dos amigos se encontraron frente a frente, el santo de Cupertino, por inspiración divina, se arrodilló en acto de adoración ante la reliquia de la Preciosa Sangre que el cardenal llevaba oculta bajo sus vestiduras. En recuerdo de este encuentro, hay un cuadro del siglo XVIII [ver detalle en la foto contigua, y abajo el cuadro completo], expuesto en la pared izquierda del presbiterio (mirando al sagrario), frente al órgano, de la catedral de Terni.

El cardenal Rapaccioli fue obispo de Terni (1646-1656) durante diez años y en 1651 quiso donar esta misma reliquia de la Preciosísima Sangre a la diócesis de Umbría.

De particular importancia histórica es también otro hecho vinculado a esta reliquia, ocurrido durante el mandato del sucesor de Rapaccioli al frente de la diócesis, monseñor Sebastiano Gentili, obispo de Terni de mayo de 1656 a agosto de 1667. En 1656 llegaron a la ciudad los primeros rumores alarmantes de una epidemia de peste que estaba afectando a la península italiana, en particular al centro-sur. Las autoridades civiles tomaron una serie de medidas para evitar el contagio: colocaron milicias armadas a las puertas de Terni para impedir la entrada de personas procedentes de ciudades infectadas, nombraron una comisión sanitaria y establecieron diversas restricciones, al tiempo que promovían la celebración de oficios expiatorios en la catedral y otras iglesias de la ciudad. A pesar de todo, la peste también llegó a Terni, cobrándose numerosas víctimas. Ante las súplicas del pueblo que pedía ayuda divina, el obispo llevó en procesión la reliquia de la Sangre de Jesús y, desde lo alto de Torre Barbarasa, bendijo Terni con la misma reliquia, pidiendo a Dios que librara a la ciudad de la peste. Era el 21 de junio de 1657. En recuerdo de esta ostensión, se conserva una placa en latín, fijada en la Torre Barbarasa, en la que se lee: “A Sebastiano Gentili, obispo de Terni, que, para poner fin a la peste que asolaba la ciudad, desde esta torre de Barbarasa mostró a los ciudadanos afligidos encerrados en sus casas las reliquias de la Sangre de Cristo, el 21 de junio de 1657. Felice Barbarasa, en señal de gran y venerado respeto, colocó, como particular, esta placa en memoria de un beneficio público”. En los meses siguientes, sobre todo a partir de agosto, los casos de peste disminuyeron y desaparecieron gradualmente.

Una historia que demuestra la fe en la intervención de Dios en la historia que ha caracterizado nuestros pueblos y que con la modernidad hemos ido perdiendo progresivamente, incluso dentro de la Iglesia. Intervenciones sobrenaturales que no son ciertamente “fantasías” de los creyentes, sino que se reflejan en el arte sacro, en las inscripciones, en los edificios antiguos, como nos recuerdan los acontecimientos de esta reliquia de la Preciosa Sangre.

Es una historia que en los últimos años se está tratando de revivir en Terni, tal y como explica el padre Rossini. Esta fiesta, que en los últimos tiempos se ha celebrado con mayor solemnidad, pretende convertirse en “una imagen del renacimiento de la ciudad”, explica el sacerdote, “y, en su sentido más amplio, de la lucha contra la peste moral: un signo de esperanza para todos, empezando por las generaciones más jóvenes, transmitiéndoles la verdad de que la salvación viene de la Sangre de Cristo”.

Ya san Gaspar del Búfalo (1786-1837), el gran apóstol de la Preciosísima Sangre de Cristo, subrayaba la necesidad de propagar esta devoción, tan antigua como el cristianismo: “Quisiera tener mil lenguas -escribió- para enternecer todos los corazones y acercarlos a la Preciosa Sangre de Jesús. Esta es una devoción fundamental que abarca todas las demás: es la base, el apoyo, la esencia de la piedad católica. La devoción a la Preciosa Sangre, ¡esa es el arma de nuestro tiempo!”. Fue un discípulo de san Gaspar, el venerable (pronto beato) Giovanni Merlini, quien obtuvo del beato Pío IX, en 1849, que la fiesta de la Preciosa Sangre se extendiera a toda la Iglesia. San Pío X fijó la fecha en el 1 de julio. Tras la reforma litúrgica de 1969, se suprimió la celebración propia del 1 de julio y se decidió celebrar la Preciosa Sangre junto con el Corpus Christi. Sin embargo, la solemnidad del 1 de julio subsiste en los institutos dedicados a la Preciosa Sangre y en la forma extraordinaria del Rito Romano.

Además, naturalmente, están las fiestas locales, con fechas diferentes. Otras ciudades, italianas y de otras partes del mundo, tienen la suerte de custodiar gotas de la Sangre de Cristo, evidentemente la reliquia más preciosa de todas, ya que es el precio que Nuestro Señor pagó por nuestra redención. Otro caso conocido es el de Mantua, donde se dice que fue martirizado san Longino, el soldado romano (cuyo nombre original era Casio, según las revelaciones recibidas por la beata Ana Catalina Emmerick y transcritas, con ciertas licencias, por Clemens Brentano) que atravesó el costado de Jesús con una lanza, haciendo brotar sangre y agua. Según la arraigada tradición mantuana, Longino habría recogido tierra empapada en la Sangre de Jesús en el Calvario, causa de su propia conversión. Después viajó a Italia, llevando consigo la preciosa reliquia, que hoy se conserva en Mantua, en la basílica de san Andrés.