Temor y vergüenza
Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres. (Mt 4,19)
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. (Mt 4,18-22)
Como les sucede a los primeros discípulos, cada día de nuestra vida terrena constituye para nosotros una nueva llamada por parte de Jesús. Aquel que quiera ser su discípulo tiene, ante todo, que ponerse a escuchar a Jesús, para descubrir, día a día, su voluntad y para ponerla en práctica en la obediencia de las acciones dirigidas al próximo, que generalmente empiezan con testimoniar nuestra fe sin vergüenza. Preguntémonos sinceramente: ¿estamos atentos de verdad a la voluntad de Dios, sin temor o vergüenza?