Supuestos cristianos
¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo? (Lc 6, 46)
«Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo? Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa». (Lc 6, 43-49)
El que afirma ser un seguidor de Jesús y después no intenta hacer su voluntad es, en realidad, un supuesto cristiano, o sea una persona que dice serlo, pero cuya vida está alejada del Evangelio. Estas personas, más que engañar a los demás, se engañan a sí mismas, ya que usando siempre la Palabra de Jesús para su provecho, acaban por considerarse mejores de lo que efectivamente son, con el riesgo de no arrepentirse a tiempo. Pidamos al Señor que nos proteja de la vanagloria.