San Ignacio de Loyola por Ermes Dovico
PARÍS 2024

Sí, lo de los Juegos era una parodia de la Última Cena

Tras las protestas por la blasfema “Última Cena” en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, ha empezado la ofensiva para negar el vínculo con el cuadro de Leonardo. Pero la disposición de los personajes, incluso con el añadido de Dionisio, es clara. Y la referencia a van Bijlert es un gol en propia meta...

Cultura 31_07_2024 Italiano

Además de ser vilipendiados, también se nos acusa (en vano) de ignorancia: vosotros los cristianos, se nos dice, vais siempre de víctimas, la pantomima olímpica no representaba la Última Cena, sino la Fiesta de los Dioses. Y buscan la referencia iconográfica en la obra homónima de Jan van Bijlert. Suponiendo que sea así, en la época posterior a Cristo -y especialmente después de Leonardo- una mesa en la que hay un personaje central y los demás dispuestos en el mismo lado evoca en el imaginario común precisamente la de Cristo, no la de una divinidad pagana. Además de la disposición arquitectónica, aunque minimalista, que recuerda a la de Leonardo de forma estilizada. De ahí que el resultado deseado y previsible fuera precisamente el de una parodia de la Última Cena, sean cuales sean las supuestas fuentes iconográficas encontradas a posteriori en apoyo de la escena más discutida del capítulo Festivité de los doce que componían la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.

Lástima que incluso esas fuentes se basen en la iconografía de la Última Cena. En la página web del Museo Magnin de Dijon, que alberga la obra de van Bijlert, leemos que se trata efectivamente de un tema cristiano disfrazado de mitológico: “En el contexto de la Reforma, en el que habían desaparecido los encargos para iglesias, el artista encontró una estratagema para pintar una Última Cena crística bajo la cobertura de un tema mitológico”. Si se quisiera, habría habido muchas otras formas de representar el “banquete de los dioses”, ya que la de la “mesa” es la forma menos utilizada. Por ejemplo, la que pintaron Giovanni Bellini, Dosso Dossi y Tiziano Vecellio, se parece más a un picnic aulico (se nos perdone el término utilizado sólo para entender las diferentes formas de representar el tema y los personajes). Y en cambio, para “justificar” el vilipendio olímpico, se acude precisamente al ejemplo que más recuerda a la Cena de Leonardo (y cristiana).

El comité organizador ha presentado “sus disculpas si alguien se ha sentido ofendido”. Señal de que evidentemente, aunque se quieran salvar las intenciones subjetivas, la ofensa objetivamente sí ha existido. Además, bastaría con poner las dos imágenes -la de Leonardo y la de van Bijlert (véase más abajo)- una al lado de la otra para comprobar cuál es la referencia visual más inmediata de la “puesta en escena” olímpica. “Obviamente, nuestra intención no era faltar al respeto a un grupo religioso, sea cual sea. Al contrario, nuestra intención era mostrar tolerancia y comunión”, afirma la directora de comunicación de los Juegos Olímpicos de 2024, Anne Descamps. Su idea de respeto, tolerancia y comunión era, por otra parte, claramente visible en la macabra representación de María Antonieta decapitada (en el capítulo Liberté), y precisamente en la Conciergerie, donde la reina estuvo encarcelada a la espera de su ejecución, pero “no quería glorificar la guillotina en absoluto”, afirma el director artístico Thomas Jolly. Una vez comprobada la poca fiabilidad de las excusas y las supuestas buenas intenciones, volvamos a la puesta en escena.

No, la Cena no fue mi inspiración”, afirma Jolly, que ni siquiera saca a colación el Festín Pagano pintado por van Bijlert que sus partidarios han esgrimido en las redes sociales. Más bien replica que no puede tratarse de la Última Cena porque “Dioniso se acerca a la mesa” y juega con la asonancia Olimpo-Olimpiadas. No nos engañemos, el hecho de que en esa mesa se sentara el cantante Philippe Katerine pintado de azul, en el papel de Dioniso, no excluye en absoluto la referencia a una cena. Es más, de hecho él era el “plato principal” servido bajo la enorme campana. Es difícil no pensar que la mujerona con el tocado extraño situada en el centro encarnaba alguna parodia del papel sacerdotal. Pero incluso si tomáramos al pie de la letra la inspiración pagana, en la remota hipótesis de que entre los espectadores hubiera un adorador de los “dioses falsos y mentirosos” (en palabras de Dante), ¿no debería, a su vez, sentirse vilipendiado por esta especie de burla olímpica?

El principal argumento de Jolly, al igual que el del comité, es la habitual charlatanería inclusiva: “No quería ser subversivo ni escandalizar a nadie. Simplemente, en Francia tenemos derecho a amarnos, como queramos y con quien queramos, tenemos derecho a creer o no creer. Anoche [viernes 26 de julio, ed.], nos limitamos a dar un espectáculo de ideas republicanas, de benevolencia y de inclusión”. Exactamente lo que se ve en el llamado Día del Orgullo, donde un cierto mundo “inclusivo” (que está de moda en estas Olimpiadas...) habla de respeto a todos, escenificando una ofensa sistemática al cristianismo. Pero ya se sabe que el mundo arco iris justifica cualquier cosa.

En cuanto a la pobre María Antonieta, la famosa frase que en realidad nunca pronunció (“Si no tienen más pan, que coman brioches”) debería atribuirse más bien a Macron: si la gente está tensa, temerosa de atentados, presa de la inseguridad, que disfrute de este espectáculo realizado por drag queens.