Santa Catalina y los puestos en el Paraíso
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido. (Lc 14,11)
Un sábado, entró él en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». (Lc 14,1.7-11)
La presunción de merecer el Paraíso sin méritos y casi escoger el puesto en el que quedarse, será una fuente de vergüenza porque quien no está acostumbrado a reconocer sus propias limitaciones y pecados primero tendrá, como mínimo, que purificarse en el Purgatorio para comprender lo orgulloso que ha sido. En la vida de santa Catalina leemos un interesante episodio a este respecto. Hablando frecuentemente con Jesús, se alegró mucho cuando este le profetizó que en el Paraíso ocuparía un lugar junto a santa Inés de Montepulciano, monja a los nueve años y madre abadesa a los quince, que, como santa Catalina, era hija espiritual del beato Raimundo de Capua. Dejemos a Dios la elección de los puestos que ocupamos en esta tierra y, con mayor razón, los que ocuparemos en el cielo. Pregúntate sinceramente: ¿cuánta confianza tienes en Jesús, o qué poco fervor anima tu oración diaria?