Santa Cecilia por Ermes Dovico
LA PELÍCULA

Operación Dos Papas: el objetivo es atacar a Ratzinger

La Brújula Cotidiana ha visto la película de Netflix sobre los dos Papas. Y os ahorra tener que verla: es una película ideológica y ridícula donde la única obsesión es presentar a Benedicto XVI como el anciano y al Papa Francisco como Robin Hood...

Cine y tv 02_01_2020

Comienzan los créditos y ya se puede escuchar una voz que dice "Francisco, ve y repara mi Iglesia". Aquí se podría incluso dejar de ver la película, porque ya se entiende a dónde quiere ir a parar. El final, del mismo estilo: Bergoglio, tan pronto como es elegido Papa, rechaza la tradicional muceta papal con estas palabras: "El carnaval ha terminado". Y lleva razón: como sabemos, comienza el carnaval de la Pachamama. Estamos hablando de la película The Two Popes con Anthony Hopkins (Benedicto XVI) y Jonathan Pryce (Francis), ostentando este último un parecido notable.

Es una película de Netflix que esta Navidad va de la mano con el homosexual Jesús en La primera tentación de Cristo (que a su vez imita la última de Scorsese) y alinea a Netflix con el pensamiento políticamente correcto. Para evitar que la veáis, os adelantamos que la película explica todos los misterios: Ratzinger renunció porque recibió la inspiración de Dios para dejar su puesto a Bergoglio. Sí, la Iglesia de las “prohibicziones" necesita rejuvenecer y dar paso a la del permiso, las liberalizaciones y el final de las “aduanas”. La gente no puede soportarlo más. De hecho, cada vez que el cardenal Bergoglio se mezcla con la gente en un bar o en la calle se oye que Benedicto XVI es "un nazi". Luego, curiosamente, durante una entrevista cara a cara, casi le reprocha a Ratzinger haber manejado la práctica de un clérigo pedófilo a la antigua usanza. Gran parte de la trama es una serie de flashbacks en los que se muestra a un joven Bergoglio demasiado complaciente con la dictadura anticomunista en Argentina.

También con buena fe se intenta dar una explicación a otro misterio, el de por qué el Papa Francisco en siete años ha estado en todas partes pero nunca ha vuelto a su patria: sería mal recibido por los sacerdotes "de la liberación" y por el pueblo, al que se le ha robado la esperanza de un futuro al estilo de la Chile de Allende. Y más adelante, unas pinceladas sobre el muro fronterizo entre los Estados Unidos y México (que no tiene nada que ver con la película, pero la tentación de meterse con Trump es demasiado fuerte). Apenas es elegido en la Capilla Sixtina, a Bergoglio le aconsejan que no se olvide de los pobres. Otra puñalada a la Iglesia de Ratzinger que, como todo el mundo sabe, nunca se ocupó de ellos.

Aprovechando la coyuntura, la película da unas cuantas estadísticas sin precisión ni profundidad: el 20% de la humanidad explota a todos los demás y también a las generaciones futuras, por esto recibe el famoso nombre de "economía que mata". Por suerte Robin Hood ha llegado. El enfrentamiento entre Benedicto XVI y el cardenal que viene de las favelas (como afirma la película) comienza con la petición de dimisión de este último. ¿Por qué? Porque no sirve para nada, nunca se llevarán a cabo las "reformas" necesarias en la Iglesia. Otra “joya”: Ratzinger carece de sentido del humor porque no entiende los chistes que le cuenta el otro, este último silbando Dancing Queen de Abba (una invitación a la discoteca dirigida a los adolescentes) y el primero, reaccionario, que le pregunta qué himno es; el argentino ama el fútbol y el alemán sólo la música clásica que representa, en definitiva, la Iglesia preconciliar cerrada al soplo del Espíritu.

La película, en resumen, es un cortapega de eslóganes: puentes y no muros, acogida, no formalismos, medicina eucarística para los pecadores y no un premio para los perfectos, apertura a los tiempos cambiantes. En un momento dado, como para poner la firma, se escucha la canción de Bella ciao en una versión de cuarteto de cuerdas. Final feliz: los dos papas ven el partido Alemania-Argentina por televisión. La antigua Iglesia y la nueva se reconcilian, en el sentido de que la antigua se ha quitado finalmente de en medio y ha comprendido qué es el verdadero cristianismo. Por cierto: los cineastas no leen la Brújula, de lo contrario no habrían puesto una Fanta en sus manos mientras comen la pizza (el nombre fue inventado en la época de la autarquía alemana en tiempos de guerra, como el Escarabajo Volkswagen). La actuación de los dos actores es impresionante, por supuesto, pero el único chiste que vale la pena mantener de toda la película es éste: quien se casa con una época se quedará viudo en la siguiente.