No nos salvamos solos
Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí? (Mt 3, 14)
Por entonces viene Jesús desde Galilea al Jordán y se presenta a Juan para que lo bautice. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?». Jesús le contestó: «Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco». (Mt 3, 13-17)
San Juan Bautista, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, no se deja influir negativamente por su proximidad humana a Jesús, en su caso reforzada, sobre todo, por los lazos familiares. Antes incluso de proceder al bautismo, san Juan demuestra saber bien a Quién tiene delante, ya que es consciente de que será Jesús quien nos liberará de nuestros pecados, afirmando que es él quien tiene la necesidad de ser bautizado por Jesús. San Juan Bautista, reconocido por el mismo Jesús como el más grande de los nacidos de mujer, nos enseña en este episodio que ningún hombre puede salvarse a sí mismo por propio mérito. No olvidemos nunca que la Salvación viene sólo de Jesús, y no de nosotros.